“¿Dónde está la contaminación? A ver que yo la vea”, respondía un madrileño al preguntarle por la restricción impuesta a los vehículos de matrícula par. En ocasiones, la contaminación no se ve, otras, tan sólo no queremos verla. Pero en cualquiera de los casos perjudica de forma grave la salud, más si cabe en los grandes núcleos urbanos.
Ante la ausencia de una “mentalidad noruega”, el tráfico debe coexistir con las restricciones. Pese a que se impone una conciencia ecológica, se dan determinadas excepciones. La conciencia es el motor del cambio, un instrumento para que las futuras generaciones reciban un mundo en mejores condiciones del que nosotros encontramos.
Pocos reniegan de la contaminación o del cambio climático. Estos casos aislados a veces son personas, pero otras son gobiernos. Depende de la labor de ambos que acuerdos como el de la Cumbre del Clima de París dejen de ser discursos para la galería y sean precursores de una era marcada por las energías renovables y respetuosas con el lugar donde vivimos. En la consecución de una sociedad más verde y ecológica cada grano de arena cuenta. No se trata de vivir con lo justo, sino de cómo vivir. El respeto por el medio ambiente hace mucho que dejó de ser opción para convertirse en una necesidad.
Gonzalo López Menéndez
Periodista
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