Animales: Conciencia y Derechos, es un libro de la foto activista Elideth Fernández Villegas, un libro que encierra muchos años y horas de trabajo dedicados a concienciar acerca del maltrato al que son sometidos los animales para nuestro uso, consumo y diversión. En la presentación, realizada esta semana en la Ciudad de México, fue acompañada por personalidades, de la academia, del arte y la política.
Elideth una mujer apasionada por la fotografía, madre y esposa ejemplar, emplea este talento para que su lente capture momentos crudos del diario vivir de los animales en rastros, fiestas patronales, animales de carga y toda clase de actividad donde son abusados por los humanos, un trabajo duro definitivamente pero que ha hecho cambiar la opinión que muchas personas tienen sobre los animales, viendo desde otra perspectiva la pechuga de pollo que se sirve sobre la mesa.
En su mensaje, Elideth Fernández Villegas, reconoció a todos los activistas y académicos que conforman el Movimiento Consciencia, que ella dirige en México – Fundación Internacional por el Reconocimiento de la Consciencia y de los Derechos de los Animales, por apoyarla en esta aventura “desgarradora”.
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¿Por qué desgarradora?, dijo, Porque el 7 de julio de 2012, en la « Declaración sobre la Conciencia » (de los animales), presentada en el marco del Memorial Francis Crick de la Universidad de Cambridge, fue oficialmente demostrada y reconocida la conciencia de los animales por los más eminentes neuro-científicos del mundo en todas sus ramas de estudio. Desde ese día y citando el Dr.Philip Low, organizador y director de dicha cima histórica: « ya no podemos decir que no lo sabemos ».
Y agregó: “En un intento de reconciliación conmigo mi misma, comencé este ensayo socio-documental, cuyo objetivo fundamental es motivar a las nuevas generaciones de artistas visuales, reporteros y periodistas, a contemplar en su trabajo los Derechos de los Animales, no sólo desde la perspectiva de la creación, de la crítica y de la documentación, sino principalmente en la del compromiso personal. Tenemos una deuda por saldar”.
“Crear « un género fotográfico documental y artístico hacia la defensa de los derechos de los animales », debe, sin lugar a dudas, coadyuvar a la reflexión. Mirar a los animales como los individuos que son, y NO como parte y simples componentes de un ecosistema que se defiende desde utilitarias y desdeñosas posiciones antropocéntricas, es decir, exclusivamente para satisfacer una necesidad humana. Expandir nuestra esfera moral y nuestro círculo de compasión, incuestionablemente, es emprender el camino de la evolución y acercarnos a la verdad, lo cual en lo inmediato se traduce en protección y justicia para para los animales, y a mediano plazo en supervivencia para todos”.
Y sobre la polémica que genera la defensa de los animales Elideth comentó: “Inmediatamente surgirá el cuestionamiento inevitable”: Que si los espectáculos e industrias que utilizan y explotan a los animales son parte de nuestras tradiciones y nuestra cultura… Al respecto, ya lo dijo la filósofa e historiadora del Arte, Tatiana Espinasa, « La cultura implica necesariamente un momento de ruptura con su pasado en nombre de una posibilidad creadora diferente… »
Y su mensaje continuó: “Ahora bien, ¿por qué considero que la causa por los derechos de los animales es el movimiento social más importante de este siglo incipiente?, considerar a los animales meros instrumentos a nuestro servicio, usándolos, explotándolos y destruyéndolos, más allá de la iniquidad e inexcusable injusticia que supone para ellos: menoscaba las poblaciones y grupos sociales; pone en riesgo la supervivencia de comunidades, la de sus especies, la del planeta mismo, y fatalmente la de todos sus habitantes (suficientes estudios señalan esta realidad científica). Es por lo tanto imprescindible y apremiante generar una revolución basada en la empatía y la Conciencia. Por lo demás, un movimiento social a gran escala”.
Está demostrado que el trato no equitativo que se le da a una persona por motivos de raza, de sexo, de religión, etc., es altamente perjudicial, y hoy sabemos que la discriminación por especie, lo es igualmente. Y no se trata aquí de humanizar a los animales, pues no somos iguales a ellos, ellos a nosotros, ni lo son ellos entre sí. No obstante, todos tenemos algo en común: cada uno, en diferentes grados y niveles en función de nuestra naturaleza y especificidades individuales, somos seres dotados de sensibilidad, de sentimientos, de pensamientos y de conciencia. Más importante aún, todos estamos aferrados con fervor a la existencia, todos deseamos ardientemente la vida. Por lo tanto, todos tenemos derechos esenciales: el derecho a vivir, el derecho a no ser privados de nuestra libertad, a no ser arrancados de nuestro entorno, a no ser utilizados, explotados o esclavizados, a no ser violentados, torturados ni asesinados. En ese sentido, en 1948 la ONU promulgó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y lo que sigue ahora en nuestro tiempo es adoptar un compromiso en lo que toca a los DEBERES DE LA HUMANIDAD.
Finalmente, y como dijera John Maxwell Coetzee, premio Nobel de Literatura en el año 2003, en su reciente conferencia en el Museo Reina Sofía de Madrid, parafraseando al eminente filósofo alemán Arthur Schopenhauer: los animales no necesitan de nuestro amor, sino de justicia.
¿Que nos preocupemos de las personas? ¿Cuántas veces no oímos esta conminación obtusa y necia, con toda la carga insidiosa de ignorancia, hipocresía y solapada provocación que conlleva, machacada una y otra vez a lo largo de los días?
Como dice en su texto el gran activista de las letras Julio Ortega, precisamente « eso hacemos cada vez que luchamos por desterrar la violencia del comportamiento humano. » La violencia, pero también la indiferencia y el egoísmo, que son el corazón mismo y luciferino de la barbarie.
En cuanto al libro que nos ocupa, dijo Elideth que pronunciaba este mensaje emotivo y fuerte, ¿por qué elegir el blanco y el negro?, el color me estorbaba para formular el mensaje que quería transmitir. Mi idea no era retratar la sangre, ésta sólo hubiera distraído la atención del espectador. Había que dejar la sangre fuera de la foto y potenciar otros elementos como la expresión de la zozobra, de la angustia, del tormento. Para enfatizar la atmósfera y la mirada, el blanco y negro es fundamental. Para mí, la falta de color nos hace introducirnos mucho más en la imagen, adentrarnos en el espacio y en la escena que se desenvuelven ante nosotros; pero sobre todo nos permite profundizar y sumergirnos en lo que realmente está sucediendo, empaparnos en su realidad, penetrar en la psiquis profunda, en el alma del individuo sufriente en todos los estados de su suplicio y en la tiniebla muda y profunda de su abandono y de su soledad.
Así, lo que se desarrolla frente a la lente no es tan sólo el espectáculo macabro de una cabra o de una res a la que están degollando para su postrer consumo. Lo que está perpetrándose allí es el asesinato premeditado, sistemático, metódico y a sangre fría de un individuo inocente y totalmente inerme que tenía el deseo inagotable de vivir. Un anhelo infinito e imposible de sofocar, incluso bajo las oleadas mismas de su sangre vertida a raudales en las losas y cunetas infectas de un matadero. Sin más que añadir a estas consideraciones, e invitándoles a operar una reflexión profunda en lo antes expuesto, les invito ahora a sumarse a la Cruzada por la Cultura, la Conciencia y la Compasión, concluyó la fotoartivista como bien la llamó la escritora Francesca Gallardo, quien junto con Elena Poniatowska y Homero Aridjis acompañaron a Elideth Fernández Villegas, quien ese día logró sacar a la luz pública el otro lado del consumo y la diversión. gaem80@gmail.com |