Los procesos políticos ya no descansan su actuar solo en tiempos de elecciones, las redes sociales con el afán de comunicar a la sociedad generan persistentemente una nueva ola de intensidad informativa, misma que se está convirtiendo en una yuxtaposición de lo real.
Dicho esquema de salvedad, repercute en el bosquejo de la inmediatez, es decir lo rápido y sencillo, me refiero a que la velocidad del contenido está alterando no solo los patrones de consumo, sino también las perspectivas de éxito familiar, económico o personal.
Lo anterior, a partir de la necesidad de presentar a la sociedad la relevancia propia de la existencia individual, de un consumo recurrente, una imagen narcisista de éxito y un cartón de eterna juventud, delimitan la realidad propia de lo que es verdadero.
Fincar un futuro, parece actualmente un eufemismo, en contradicción a lo rápido o el propio alejamiento del esfuerzo para ser protagonista del mismo. Las descargas de contenido visual, auditivo y escrito generan que los patrones de planeación se limiten solo, a buenos anhelos, pero no a la esperanza de un futuro mejor.
Me refiero a que el relieve de todo lo que se hace en las estructuras del orden social, como las parejas, las familias, la amistad o el vínculo gobierno-sociedad, se encuentra cada vez más alejada del concepto de solidaridad, elemento primigenio de la construcción por hacer.
De tal suerte, que en dichos momentos donde nos hallamos con un entorno económico deprimido, un sistema jurídico opaco, y en procesos de planeación social precarios, el elemento integrador llamado solidaridad, luce manco.
Ante dicha significación, es que se requiere cohesionar a los ciudadanos entorno a ese objetivo, mismo que paradójicamente no se dará si la vinculación sociedad-gobierno no parte del supuesto de mutua cooperación.
El futuro es obtuso, pero cabe destacar, que en el por hacer, siempre existe la posibilidad de mejoría, la cual evidentemente no podemos echar en saco roto, quizás suene utópico pesar en grandes aglomeraciones, pero sí es posible comenzar por uno mismo, no sucumbir en la impaciencia de lo inmediato, de lo perfectible, y sí focalizar lo posible y anhelado.
Al final cada quien fragua su destino, el problema es de decisión, o se acciona o se sucumbe en la niebla de los tiempos. Porque a pesar de que la vida reclama inmediatez, no dejemos de pensar que lo bueno y verdadero reclama tiempo y esfuerzo, característica que se debe replicar en toda la extensión de los sucesos diarios.
Recordando:
Cuando pensábamos que no podía ser más anacrónica la realidad, nos seguimos enterando de hechos de barbarie y agresión, muestra tangible de la ansiedad y la ruptura mental. |
