Punto y coma.
Yair Ademar Domínguez.
 

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El legado del 68
2016-10-04

El 2 de Octubre de 1968 es una fecha que no se olvida, donde con actos viles se reveló la verdadera cara represora, frívola y cruel del gobierno. Una fecha que sin duda es un parte aguas social en el País, y que nos da pauta a la conciencia histórica.


Cuarenta y ocho años ha pasado de aquel día negro, en el que Tlatelolco, La Plaza de las Tres Culturas, se tiñó de rojo. Esa tarde la sangre de decenas de estudiantes manchaba el aire, la libertad era quebrantada y las voces acalladas mediante el uso descarado e injustificado de la fuerza pública.


Un movimiento social, quizá el más relevante y trascendental de la segunda mitad del Siglo XX en nuestro País, que sin razón derivó en una trágica masacre. Una “confusión” disfrazada a cargo de Batallón Olimpia, que el gobierno ordenó por el absurdo y cobarde miedo ante la llegada de los Juegos Olímpicos de los que se eran sede, y la posible toma de la torre de Relaciones Exteriores por los manifestantes, a un costado de Tlatelolco.


Sin duda el 2 de octubre de 1968 es un acontecimiento histórico que marcó a México como país, y a los mexicanos como pueblo, revelando así un legado y un referente de lucha social. Pero no sólo en México, durante la peculiar década de los sesentas se destaca un contexto mundial de lucha social: el Mayo Francés; la Revolución Cubana con Ernesto Guevara contra la dictadura de Batista, quien alentaba con sus mensajes a luchar; la Guerra de Vietnam y sus protestas contra ella en Estados Unidos; el Movimiento por los Derechos Civiles que sufrió ese mismo año el asesinato de dos líderes significativos: Martin Luther King y Robert Kennedy; la consumación de la Primavera de Praga; España y sus movimientos universitarios de oposición al franquismo; el Otoño Caliente en Italia; las movilizaciones laborales de Gran Bretaña, entre otros.


 


Movimiento estudiantil


Díaz Ordaz, quien asumiera la Presidencia de la República en 1964, postulado por el Partido dominante desde su eclosión en 1928 (pasando por PNR y PRM), el Revolucionario Institucional, metió la pata: Mucho antes de que se metiera al horno un Movimiento Estudiantil, la levadura estaba espolvoreándose sobre el sector salud. En el Hospital General 20 de Noviembre (ISSSTE) surge el Movimiento Medico, que trajo consigo paros, huelgas, marchas, demandas de servicios de salud, y una serie de amenazas que más tarde se haría realidad con multitudinarios de despidos de los centros médicos de trabajo.


Más tarde Díaz Ordaz mostró su endurecimiento como mandatario: la ocupación militar en las Universidades, la destrucción con bazuca de la Puerta labrada en el Siglo XVIII de la Prepa 1 en San Idelfonso; la toma del Casco de Santo Tomas (uno de los campus del IPN);  la intimidación y amenaza a los líderes estudiantiles y miembros de la CNH (Consejo Nacional de Huelga); y por último, pero en primer lugar, la muerte de decenas y decenas de estudiantes, y ciudadanos, en Tlatelolco.


Un Movimiento Estudiantil que se origina posterior a un partido de Americano, allá por el 22 de Julio de 1968, mismo que termina en una gresca entre los estudiantes de la Vocacional del IPN y la preparatoria Isaac Ochoterena (perteneciente a la UNAM), interviniendo el cuerpo de granaderos para disolver la turba, llevándose detenidos a varios estudiantes, acometiéndose dentro del edificio de la propia vocacional.


Pronto esto hechos citados desencadenaría una gama de protestas, comenzando por el paro de labores de varias escuelas entre el 26 y 29 de Julio, y la entrada a la par del ejército a varios planteles. Seguido por las marchas autorizadas el 29 del mismo mes, posterior a que el Rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, encabezará en Ciudad Universitaria y condenando públicamente los actos del gobierno izara la bandera a media asta para luego marchar por la Av. Insurgentes, enunciando la autonomía universitaria y la libertad de los presos políticos.


Para el 13 de Septiembre el movimiento daría una nueva batalla cívica que prevalecería, la Marcha del Silencio: cerca de doscientos mil marcharon con pañuelos en la boca, pisoteado toda la verborrea de la clase política, escuchándose en la extensión del contingente sólo el ligero estrujo de los pasos.


El CNH decidió organizar un mitin rápido y pequeño, escogiendo la Plaza de las Tres Culturas, un lugar cerrado con escasos dos accesos. No querían presente a todos los miembros del Consejo de Huelga más que los oradores, a causa del miedo sembrado mediante la ocupación universitaria, pero todos estaban ahí. Vigilados como cotidiano sucedía por el ejército, Tlatelolco parecía un hormiguero.


Después de un par de bengalas disparadas desde un helicóptero que llevaba minutos volando en círculos concéntricos, comenzaron los disparos….


Decenas de muertos, aunque el gobierno en su discurso oficial admitió solo 20, y para el para el ‘periodista’ Jacobo Zabludovsky fue un día soleado, la realidad era distinta. Una realidad trágica e indignante, en que el ejército sin orden alguna penetró la totalidad de los departamentos de los edificios aledaños, cateó y despojo, tratando como delincuentes a la estudiantina.


Esfumados los cuerpos en camiones de basura, al día siguiente en Tlatelolco solo quedaba el olor de sangre que mancha el aire, que mojaba el aire y la memoria.


El legado


La lucha por la justicia en México es un reflejo del ayer. Es sumergirnos en la historia de nuestro país y darnos cuenta que como ayer, hoy se sigue esa causa social.


Hoy jóvenes estudiantes, normalistas, mujeres, defensores de derechos humanos, ambientalistas y periodistas, son acallados, asesinados o desaparecidos por el simple hecho de manifestar sus ideas y  decir la verdad.


Este movimiento, que en lo exclusivo nos deja un legado a la sociedad, marca el fin de un estilo de gobernar, pero no el fin de un régimen, abre la puerta para levantar la voz. Demuestra que la juventud es febril, es consciente, crítica y dispuesta a luchar por sus derechos, por su libertad. Brinda la base de la organización estudiantil, y de ahí parte que los jóvenes sean tomados como la levadura que levanta a las masas.


Quien imaginaría que se pudiese levantar la voz en contra del régimen autoritario que en esos años gobernaba, y que paulatino está regresando. Que lo estudiantes y ciudadanos salieran a inundar las calles para que sus demandas lograran ser escuchadas, eso es en peculiar, una victoria de éste movimiento.


Lamentable, sucesos similares se han venido repitiendo en nuestro país: un Acapulco 1967, la masacre de los copreros; un Tlatelolco 1968; el halconazo del 10 de Junio de 1971; Aguas Blancas en 1995; y porque no mencionarlo, Acteal; Atenco, y los más recientes, Tlatlaya y Ayotzianapa en 2014.


Hoy, tenemos en el país la posibilidad de lograr trasformaciones importantes, evocando la memoria histórica.


 


@YairAdemar

 
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