Ruizcortinadas.
Gustavo Adolfo Iram Ávila Maldonado.
 

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Los hongos de María Sabina
2016-10-19

Sinopsis.- en la entrega anterior relato cuando Carlos Monsiváis nos invitó a un café de chinos. El Monse se sentía feliz entre el pueblo, del que formábamos parte nosotros.

Una noche después de luchar en la Arena de Oaxaca, Gloria -que siempre me acompañaba- y yo nos fuimos a cenar con otros amigos a un restaurante en el centro de esa bella capital tan golpeada por grupos disidentes, en la sobremesa salió en la plática el tema de las drogas que había tomado cada uno de nuestros amigos, Tinieblas comentó que él había sido adicto a la marihuana, nos dijo que un viejo amigo de su familia le había regalado un frasco de la yerba en alcohol para las resumas de su mamá, y que el la sacaba para fumársela, comentaba que el alcohol la hacía más fuerte.
El cavernario Galindo nos presumió que había participado en la guerra de Viet Nam, y que en el hospital donde convalecía de las heridas causadas por una granada de fragmentación, le habían aplicado Heroína, y que estuvo a punto de volverse adicto a esa poderosa droga; cuando toco mi turno se me ocurrió platicarles mi experiencia con María Sabina, cuando fui con Guillo (Chazaron), nadie nos creía que ahí nos habíamos encontrado con George Harrison y con Bob Dylan. A nuestros amigos les interesó pues ninguno había estado con la curandera, aprovechando que estábamos en Oaxaca, decidieron hacer una excursión.
Al otro día, Gloria prefirió quedarse a descansar y luego irse de compras, nosotros salimos después de desayunar, a la Sierra Mazateca, donde está enclavada Huautla de Jiménez, la tierra de María Sabina.
El camino sinuoso y lleno de baches no permitía que el vehículo avanzará con velocidad, atravesamos varios pueblitos hasta que finalmente llegamos a la choza de María Sabina.
Nos recibió amablemente como siempre y nos ofreció un té con aguardiente.
Yo era el más joven del grupo, Cavernario era el más viejo, pero era el más entusiasta, fue el primero en pedir Peyote a la vieja curandera.
-¿Cómo andas de tu corazón? M'hijo.
-Como un niño - le contestó Cavernas con su voz ronca.
-Te voy a dar a probar mis niños santos, tómalos con calma pues ya te veo medio cascareado - le dijo con voz suave María.
María puso un plato con pedacitos en medio de la mesa, y él Cavernas se abalanzó sobre ellos y los engullía, los demás lo, probaban con precaución. Cavernas pidió más, al rato se me acercó misteriosamente y me dijo en un susurro:
-No voltees ya llegaron los demonios.
Voltee disimuladamente y no vi a nadie.
-¿Dónde están - le pregunte inocentemente, por no decir pendejamente.
-Se sentaron en aquel rincón,
Me di cuenta que Cavernas estaba alucinando.
De repente Cavernas se levantó y salió, la cabellera se le había alborotado como cuando salía a la tercera caída.
Fui tras él y le pregunté alarmado:
-¿A dónde vas Cavernas?
-Voy a buscar algo para defendernos, no tardan en atacarnos.
María -que se había dado cuenta- salió con un brebaje y se lo dio al Cavernas, al rato cayó en un pesado sueño.
Otro de nuestros amigos, también empezó a alucinar, pero cayó como fulminado por un rayo.
Creo que los demonios lo habían atacado.


 


 

 
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