Mujer y cultura.
Mónica Ponce Zamudio.
 

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Nuestros miedos no siempre son una realidad
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¿Cuando me preguntan que es a lo que más temes?  Mi respuesta siempre gira en torno a mi familia, mis hijas, mis seres queridos,  pocas veces me detengo a pensar en mí, en mí seguridad, en mí integridad, en mí bienestar. ¿Porqué las mujeres siempre pensamos en los demás por encima de nosotras?  Porque eso nos han enseñado en este sistema desde niñas, desde muy pequeñitas nos inculcaron la responsabilidad, el hacer por los demás, en casa, el ser aprobadas, el ser buenas niñas, primero los demás. ¿Será acaso malo que piense en mí, que piense en primera persona? No, no lo es. Para poder estar bien en sociedad debemos partir de la primera pregunta, quizá la más importante: ¿Qué es lo que yo quiero? ¿Quiero en realidad dar siempre la razón a los demás por encima de mis razones? Claro que no, primero debo conocer mis razones, mis inquietudes, mis posibilidades; debo preguntarme si me hace feliz hacer feliz a los demás y por qué razón busco esta aprobación siempre. Tal vez en ello radica un poco la frustración social. Todas y todos mantenemos permanentemente la expectativa. Cualquiera que sea, ser o no ser aprobado o aceptada, lo que sea, el niño cuando juega, lo hace simplemente para ser feliz, sin embargo, el adulto repetidas veces castiga su felicidad.


Equivocarme no es señal de perder o ganar, es simplemente la oportunidad de reconocerme ante mis posibilidades. Y mis posibilidades no son siempre las de los demás. Sin embargo, nos inquieta no ser aceptadas por la “sociedad”. La soledad nos irrita y nos da miedo ser vulnerables y brindarnos la oportunidad de equivocarnos en libertad, sin sentir que somos vencidas por el miedo, permitirnos la libertad de ser simplemente y reconocer nuestra valentía.


Cuando las personas nos permitimos nuestros errores sin disfrazarlos para justificar por cualquier razón lo hayamos hecho, generamos ante nosotras mismas respeto, credibilidad, haciéndonos cargo de nuestros errores, asumiendo la equivocación y continuar. Cada vez que dejamos de pensar en los demás y somos una o uno mismo con nuestros errores, desde esa oportunidad de la equivocación como un aprendizaje,  avanzamos mucho más. Qué maravilloso sería este mundo si como sociedad reconociéramos en lo individual nuestros errores y no observar lo que otros dicen o si los aceptan, nosotras mismas validamos el error y seguimos adelante. Ante nuestros errores y equivocaciones nos daríamos la oportunidad de reparar cualquier daño cometido a una misma y a alguien más.


Debemos considerar que la vida debe estar basada desde nuestras posibilidades, desde nuestras oportunidades y nuestros errores, pues el error es parte de ella misma. La verdad se alcanza muchas veces desde el error, pues es, sin duda, aprendizaje, reciclarnos y reinventarnos constantemente nos permite disfrutar sin mayores expectativas, dejar de lado lo que los demás esperan, para no seguir justificando nuestra no felicidad, nuestras frustraciones.


La mejor forma de saberse feliz es la sonrisa sincera ante nuestro espejo. En muchas ocasiones las demás personas son nuestros espejos a quienes no queremos ver, por que verles significa vernos hacia dentro también. Cuanto más nos desagrada lo que vemos en los demás, más nos desagrada quienes somos, por eso en estos días de vida en familia, piensa en ti primero, en sonreír a tu espejo más cercano y sobre todo aceptar tus errores y equivocaciones. Sin duda son tu oportunidad maravillosa para reparar aquello que haz postergado tanto tiempo.


Que la dicha nos ilumine sea cual sea nuestra realidad. Todo está hecho de momentos. Que este sea tu mejor momento. Sonreír ante la adversidad también es una magnífica oportunidad para recrear posibilidades nuevas. Todo está en que lo creas.


¡Felices fiestas decembrinas!


 

 
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