Acontracorriente.
Manuel del Ángel Rocha.
 

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Sembrar una nueva cultura
2016-12-16

El lugar común  en Veracruz hoy, y probablemente a nivel nacional, es regodearse del infortunio del prófugo ex gobernador Javier Duarte, que  acaso es una especie de “alma en pena”, o “espíritu sin sosiego”, que recorre valles y montañas, para entre chistes e irritación,  juzgarlo de manera lapidaria, sin disminución al menosprecio que también incluye a Fidel Herrera  y su séquito de lugartenientes y bufones.


Parecería que se instaura la cultura nacional del linchamiento en contra de la corrupción, encarnada en el personaje de “marras”,  que acumula resentimientos pasados y presentes, para dar paso a la reivindicación de “lo santo, contra lo profano”, “lo limpio, contra lo sucio”. Parecería que esta nueva   identidad del pueblo mexicano, nace de su señalamiento flamígero, de donde renace también su salvación (del pueblo). Gracias a  las ruinas  que dejo el fugitivo, no solo el  veracruzano quiere encontrar su salvación, sino también la alicaída conciencia nacional. De expiar su “mea culpa”, en la del repudiado ex gobernador, que resulta una válvula de escape a la inmediata penuria, que también se respira en el país.    


Resulta por demás interesante que al presentarte a un  núcleo social por primera ocasión y saber que procedes, o eres oriundo de  Veracruz, de inmediato la gente  te coloca en la  singularidad de que vives, personalmente,   un estado lastimoso,  por proceder  de un  lugar donde se cometió un mega fraude (dígase así), en contra de la especie humana, que afecta a toda persona en su territorio, en menoscabo de su cultura,  condición económica, salud, educación y nivel de vida. Casi todos identificamos que ha ese estado emocional nos llevó la corrupción y la impunidad de gobernantes, que no solo tienen que ver con  la depredación de recursos públicos, sino también y desde un inicio (en el caso Veracruz), con el bajo perfil y capacidad  para aceptar la responsabilidad  encomendada.


De ahí la debacle del gobierno anterior, que ni el perfil, ni trayectoria, ni talento, ni oficio, ni experiencia. Ese fue el primer acto de corrupción pública que un partido y sus votantes avalaron. El sexenio anterior lo impulso a sabiendas de ello. O más bien por ello fue postulado. Aquel fue el primer acto de deshonestidad.


Por ello hoy que el nuevo gobierno de Veracruz se ha declarado en quiebra financiera, y también   en su intención de desincorporarse de la federación, fiscalmente, le representa un reto mayúsculo, que implica, no solo ir aclarando y enjuiciando a los responsables de la devastación, sino también ir sembrando la simiente de lo que significa lo público.  Servidores que no solo lleguen a trabajar, sino también a proponer los nuevos lineamientos para una gobernanza ética, que no es nada nuevo, sino únicamente la utilización de los recursos públicos, para obtener mayores y mejores beneficios públicos, que no privados.


La primera obligación es cumplir, que debe darse por descartado, pero más allá de eso, es imprescindible que asuma una nueva moral social, exigencia del 5 de junio, para que esa emoción pública (de cambio), acabe por cubrir el escenario estatal. En ese contexto la siembra de una nueva cultura política se antoja imprescindible, donde la premisa para que la sociedad cumpla cívicamente, es insistir en que los veracruzanos son libres e iguales ante la ley. Que su deber es tomar conciencia de sus derechos, para  delinear el estado de cosas que deben prevalezcan en su derredor. Esto es, la aprobación o rechazo de la conducta de los servidores públicos, está en su esfera de competencia, para que posteriormente no se queje, o sufra por las vejaciones proferidas por el gobierno que eligió. En ello la participación consiente, no emocional, a través de las representaciones que desee, o quiera conformar, coadyuvará en la construcción de una sociedad abierta, activa y deliberativa, para incidir en formar ciudadanía, y constituirse en una representación autónoma. Ello permitirá que los problemas inmediatos,  se discutan de manera abierta, intercambiando opiniones y agregando las demandas sociales, que a fin de cuentas son el motor que mueva a la sociedad. Una nueva cultura política donde se fomente la defensa de los derechos humanos, se combata la pobreza, el hambre, de la mano por supuesto organizaciones ecológicas, en defensa de género, de desapariciones forzadas. Este activismo, respetado y encauzado por el gobierno entrante, podrá dar la pauta para sembrar una nueva cultura social y política, que destierre ese esa miserable visión del conformismo a ultranza, sembrado por los regímenes autoritarios, que no dignifican a su pueblo, sino por el contrario, lo arrinconaron a ser súbditos, antes que ciudadanos libres y autónomos. Urge acceder  a otro estadio de desarrollo político en Veracruz, la oportunidad es insuperable.         


      

 
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