Entre columnas.
Martín Quitano Martínez.
 

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Contener el desaliento.
2017-03-15

“En tiempos de incertidumbre y desesperanza,


es imprescindible gestar proyectos colectivos desde donde planificar la esperanza junto a otros”


Enrique Pichon-Riviere.


 


Que difícil situación vivimos como sociedad en Veracruz. La discusión pública se llena del ruido de los lamentos, de los gritos de angustia y repudio al estado de cosas y a la falta de resultados inmediatos, de cambios sustantivos con el cambio, con la alternancia; hay razones suficientes para entenderlo.


La penosa situación veracruzana es la consecuencia obvia, la herencia maldita de ejercicios de poder basados en la ambición y el despojo, en prácticas mafiosas, comportamientos ruines, infamias con pormenores ubicados en ejercicios delincuenciales, con una buena aportación de incapacidad y abandono del quehacer público.


Es un escenario de crisis el que vivimos, permeado por una, en ocasiones, violenta disputa política que no permite establecer una ruta de acuerdos mínimos que solventen las demandas sociales por mejores condiciones de vida; a tres meses de trabajo los debates siguen allí, enmarcando una alternancia que reclama mucho más esfuerzo y claridad de acciones, más imaginación y eficacia.


La zozobra social derivada de una historia de atracos generales y desmonte de la legalidad, de rompimiento de las instituciones, no es un proceso ni fácil ni rápido de revertir, requiere asumir los retos de modificar situaciones existentes, de afectar privilegios adquiridos, romper cotos de poder, afectar intereses creados y circunstancias adversas demoledoras en su magnitud, en la profundidad de los descalabros forjados.


Los afectados, los enemigos políticos, los que se fueron, tienen afiladas sus lanzas con todo el veneno posible y las están lanzando, aunque con ello lastimen más a la sociedad, aunque le demuelan el anhelo de cambio, la posibilidad de mejorar.


Nunca como ahora en Veracruz se debe contener el desaliento y enfrentar este reto con la búsqueda de nuevas formas de procesar la catástrofe generada. Los esfuerzos deben darse en seguimiento a la planeación de los actos, que combata la opacidad con transparencia y rendición de cuentas, la arbitrariedad con  legalidad, la impunidad con la aplicación de la ley.


Las tareas son complicadas, el desmonte de las viejas prácticas y procesos no solo es una cuestión de tiempo sino fundamentalmente de voluntad política y mejoras administrativas, de difundir con claridad lo que se pretende y mostrar capacidad para operarlo, se requiere también y profundamente llamar a la sociedad a involucrarse activamente, a ser actor protagónico y con ello a construir confianza en que hay una nueva formar de hacer las cosas. Los marcos normativos existen, hay que activarlos y fortalecerlos.


En una sociedad como la veracruzana, las aspiraciones de muchos que buscamos el cambio, son reclamos legítimos que no pueden ser desoídos, que deben obligar a elevar y aclarar el discurso político para lograr acuerdos básicos, a presentar propuestas específicas que abran una discusión favorable para ponderar nuevas ideas y rutas en lugar de enfrascarse en la denostación y la puya.


Cierto que Veracruz no ha salido de su laberinto, complicado lugar donde falta todo por hacer con muy poco o nada, pero exigir resultados mayúsculos en 100 días cuando tuvieron 4,380 días para evitar esta hecatombe, es una crítica por lo menos cínica viniendo de algunos políticos opositores.


Se quiere empujar a Veracruz al territorio del desaliento, del desencanto. Por ello este gobierno tiene el reto adicional de la discusión pública sobre sus capacidades de respuesta, sobre la limpieza de sus procesos, la atingencia de sus decisiones y el cotidiano compromiso para que Veracruz sea mejor cada día, esto implica contener el desaliento, demostrando que es difícil pero que se puede avanzar en el camino correcto.


DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA


Es un dato alentador que los ayuntamientos registren su deuda ante Hacienda y se valide su destino, bienvenida la transparencia y la rendición de cuentas.

 
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