Línea Caliente.
Edgar Hernández.
 

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Genocidio, la otra cara de Javier Duarte
2017-04-18

¡Veracruz, el mayor cementerio de México!


 


Son muchos los 34 mil millones de pesos que se robó del erario Javier Duarte, pero son más los 17 mil muertos y desaparecidos cuyas familias reclaman justicia.


En el día del juicio final para este genocida regresan a la memoria las atrocidades cometidas por él y su gavilla señaladas por las cruces de las 10 mil fosas clandestinas localizadas a lo largo y ancho del territorio veracruzano, mismas que albergan restos cercenados y asesinados por esa brutal ley de matar o morir.


Hombres, mujeres, niños y ancianos fueron llevados a un patíbulo no visto en la historia de Veracruz. No registrado más que en el marco de guerras mundiales y el exterminio racista, pero injustificable para Veracruz en aras de una paz social que nunca llegó.


Cuánta razón tienen quienes afirman que el gobierno de la república y una parte de la opinión pública solo observan los enormes desvíos multimillonarios de Duarte cuando lo sustantivo es la barbarie sucedida durante su mandato, sus crímenes de lesa humanidad.


Un ejemplo, solo un ejemplo baste para ilustrar el tamaño del genocidio sucedido en Veracruz del 2010 al 2016.


¿Nombre?                    


Gemma Mávil


¿Edad?


29 años


¿Lugar de nacimiento?


-Xico, Veracruz-, pueblo mágico.


¿Sueños?


Estudiar el posgrado en administración pública en Canadá. Perfeccionar su inglés, francés e italiano y cuando tuviera dinero comprar un terrenito de 105 metros para construir una casa en Coatepec y llevarse a sus padres a vivir con ella… “Luego, fundar mi propia familia”, decía esperanzadora.


Así, en la construcción de su sueño, un buen día en los albores de las fiestas patrias del 2011, Gemma salió temprano, muy temprano de su modesto hogar rumbo a Xalapa.


Iba a atender el llamado de una empresa que le ofrecía trabajo y eventualmente una beca para Canadá “¡Cumpliré el sueño de mi vida!”, le dijo a su mamá quien le dio la bendición antes de salir de casa.


Tomó el autobús que en menos de una hora la llevaría a un camino sin retorno, no se sabría más de ella.


Don Pedro, su papá iniciaría la más larga búsqueda de su vida, mientras su esposa quedaría postrada en una cama hasta la fecha… de pura tristeza.


Pedro, caporal de un racho aledaño había sido confundido por un grupo de maleantes que lo creían un rico ranchero a quien vieron fácil secuestrarle a la hija a cambio de una importante suma de dinero.


Así, entrada la tarde del 11 de septiembre de 2011, el atribulado padre recibe una llamada donde se le exige la entrega de un millón de pesos a cambio de la libertad de su hija.


“¡No tengo dinero!”, les respondió suplicante a los plagiarios. “No te hagas pendejo, sabemos que tienes y mucho; te damos 24 horas para que cumplas o te mandamos en pedazos a tu hija en una bolsa”, respondió airada voz al otro lado de la línea.


Pedro, en la desesperación total solo se atrevió a dos cosas: acudir a su familia para juntar el dinero “¡Solo junté 40 mil pesos!” y levantar un acta ante la autoridad ministerial.


El viacrucis comenzaba para este modesto hombre.


Entregó el dinero lo más rápido que pudo y esperó esa tarde, luego la otra, pasaron días, semanas y nada. No volvió a saber nada de Gemma.   


Pedro acudió a la Secretaría de Seguridad Pública donde posteriormente le informarían que su hija Gemma había sido asesinada, mientras la Procuraduría de Justicia, hoy Fiscalía General, le daba cuenta que el paradero de su cuerpo era un misterio y que lo más seguro es que estuviera en una fosa común.


Los amigos de Gemma, sin embargo, atrevieron que su cuerpo había sido cercenado y llevado a una fosa clandestina.


“¡Yo lo único que quiero es encontrarla!”, dijo el atribulado Pedro a una arrogante autoridad que luego de años le  informa que Gemma estaba sepultada en el panteón de Palo Verde, en Xalapa “hasta donde me dirigí para  escarbar y escarbar, nunca encontré a mí hija”.


Cinco años transcurrieron de afanosa búsqueda no solo en Xalapa, sino por todo el estado de Veracruz. Nunca apareció, pero sí comprobó que su hija había sido encontrada por la policía sin vida desde septiembre de 2011, cuatro meses después de haberla reportado como desaparecida ante la agencia ministerial de Xalapa, carpeta de investigación 844/2011.


¿Por qué entonces no le informaron para que recogiera el cadáver?


Pues por la simple y sencilla razón que los secuestradores eran miembros de la Secretaría de Seguridad Pública.


Para la Fiscalía, tras admitir el hallazgo, el cuerpo de Gemma en ningún momento fue sometido a confrontaciones de ADN y a los 90 días de su localización fue enviada a la fosa común no obstante que la Ley ordena que un cuerpo en calidad de no localizado debe permanecer 365 días en la Dirección de Servicios Periciales por si los familiares reclaman el cadáver.


Y sería hasta 2016 cuando el Fiscal General, Luis Ángel Bravo no tendría otra opción que aceptar y reconocer el trabajo investigador del padre de familia y comprometerse a “voltear el panteón”, de ser necesario hasta encontrar a Gemma Mávil. Nunca sucedió.


Meses después, organizaciones civiles exhibirían una de las más grandes faltas administrativas del gobierno de Javier Duarte: Gemma Mávil estaba extraviada entre 192 cadáveres sin reconocer, según reportes de las mismas autoridades del panteón de Palo Verde.


¿Qué ha sucedido con Pedro y su esposa desde entonces?


“Es indescriptible el dolor. Le pido a Dios fortaleza porque estamos muertos en vida cada día que pasa sin saber nada de nuestra amada hija, es un martirio. A veces uno desea estar en la presencia de Dios donde no hay dolor, pero ni modo. No descansaré hasta recuperar a mija y darle cristiana sepultura”.


Al paso de los días, los meses, los años Seguridad Pública y la Fiscalía finalmente admiten la detención de cuatro personas; una mujer inocente que luego liberaron, un testigo que extrañamente murió en el interrogatorio, otro que cumple una sentencia de 27 años y uno más que logró evitar la justicia mediante un amparo.


Hoy se sabe que el testigo muerto era en realidad un elemento de tránsito que participó en el plagio quien en  sus primeras declaraciones reveló el entramado criminal que existía en Seguridad Pública mismo que involucraba a los más altos niveles policiales.


Se sabe además de la cuota de detenidos y muertos que día a día la SSP tenía que entregar de manera obligada al gobernador Duarte como compromiso en la “lucha contra la delincuencia”.


Se sabe además de la existencia de más de 10 mil fosas clandestinas, una de ellas debajo de una construcción en la Academia de Policía de El Lencero.


Testimonios dan cuenta incluso de excesos dentro de las mismas corporaciones policiacas al develarse violaciones a cadetes, tanto femeniles como varoniles, víctimas de abuso sexual por parte de sus instructores, según denuncia del ex policía estatal Mario Iván Terroso García, archivada en la Fiscalía.


Muchas cosas más están por saberse.


34 mil millones de pesos saqueados no son más que un solo veracruzano asesinado por Javier Duarte y compinches.


Tiempo al tiempo.


 


*Premio Nacional de Periodismo


 

 
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