Al pie de la letra.
Raymundo Jiménez García.
 

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2017-06-06

Aceptar que la jornada electoral municipal fue realmente democrática; afirmar que por primera vez en la historia el gobierno del estado no intervino para favorecer ni para afectar a ningún candidato o partido político; sostener que esta fue la primera vez en la que no se utilizaron recursos públicos en las campañas de los abanderados de los partidos en el poder –cuando en Juchique de Ferrer, por ejemplo, la abanderada de la alianza PAN-PRD, Lizbeth Portilla, hermana de una alta funcionaria de la Secretaría de Gobierno, descaradamente expresó ante simpatizantes de la comunidad de El Calabozo que tenía “línea” del gobernador Miguel Ángel Yunes Linares para ofrecer apoyos del programa “Veracruz comienza contigo”–; dar por cierto que tampoco hubo actos intimidatorios de grupos de choque, de sicarios y hasta de los mismos cuerpos policiacos estatales y federales que supuestamente debían garantizar las mejores condiciones de seguridad para que los comicios se desarrollaran de manera pacífica y fueran muy concurridos, sería el peor autoengaño en el que los dirigentes partidistas y las autoridades electorales y del régimen aliancista incurrirían, ya que incubaría un escenario mucho más riesgoso en los procesos electorales del año entrante.


 


Considerar “normal” la anormalidad que caracterizó a toda la jornada electoral, desde la víspera, sería como aceptar con naturalidad también las balaceras, las ejecuciones, los levantones y acostumbrarnos a caminar por siempre entre fosas y cuerpos desmembrados.


 


Y es que si, como se presume, esta elección de los 212 ayuntamientos de Veracruz –marcada por hechos de sangre, el alto índice de abstencionismo y el apabullante triunfo de la alianza gobernante que se adjudicó 112 alcaldías, entre ellas la del principal puerto del estado que presidirá Fernando Yunes Márquez, el hijo del gobernador– fue una especie de prueba piloto del grupo en el poder para frenar el crecimiento electoral de MORENA y desinflar las aspiraciones presidenciales de su dirigente Andrés Manuel López Obrador, entonces habrá que imaginar cómo será la feroz operación antilopezobradorista en 2018 cuando estén en juego ya no los modestos cargos edilicios sino la gubernatura del estado, los escaños y curules del Congreso de la Unión y la Presidencia de la República, la candidatura mayor para la que días antes de los comicios locales fue encartado sorpresivamente Yunes Linares por los dirigentes estatales del PAN y PRD, y que en un principio había provocado hilaridad entre la mayoría de los analistas políticos de la entidad y del país.


 


Sin embargo, después de la exitosa operación electoral que acaba de consumar –“haiga sido, como haiga sido”, según la frase que le atribuyen al expresidente Felipe Calderón sobre el presunto fraude electoral de 2006–, habrá que ver si las aspiraciones presidenciales del gobernador de Veracruz comienzan a ser tomadas más en serio por sus críticos y adversarios internos y externos del PAN.


 


Por lo mientras, el saldo favorable de las elecciones municipales parece haber entusiasmado hasta el éxtasis a su grupo compacto, pues algunos de sus optimistas miembros han dejado entrever que posiblemente a finales de este año Yunes Linares solicite licencia para separarse de la gubernatura, bien para buscar la candidatura presidencial o para integrarse al equipo de campaña de quien finalmente sea postulado por Acción Nacional, un escenario que además le facilitaría perfilar cómodamente a su primogénito Miguel Ángel Yunes Márquez, actual alcalde de Boca del Río, rumbo a la contienda por la gubernatura de 2018.


 


Ante esta hipotética situación, la gran interrogante es a quién dejaría Yunes como gobernador interino para concluir el último año de su administración. Una versión que corre en el Congreso local es que el posible elegido sería su compadre Edel Álvarez Peña, exalcalde de Coatzacoalcos y exdirigente estatal del PRI, a quien en diciembre de 2016, sin gran trayectoria ni suficientes méritos en el Poder Judicial, promovió para su elección como presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado, cargo desde donde el exmunícipe sureño le ha dado sobradas pruebas de su lealtad, como sucedió con la sorpresiva orden de aprehensión ejecutada contra el exgobernador interino Flavino Ríos Alvarado, cuyo polémico encarcelamiento avaló a pesar de la estrecha amistad que les unía desde su juventud y de los favores que recibió del político minatitleco. 

 
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