Ruizcortinadas.
Gustavo Adolfo Iram Ávila Maldonado.
 

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Cuando la vida te cobra facturas
2017-08-31

Lo último que recuerdo es que empecé la cuenta regresiva, después no se qué pasó, cuando abrí los ojos Gaby me sostenía mi mano y estaba recostado en una cama. 


-Hola bebe ¿Cómo te sientes? -me preguntó apretándome la mano.


-Bien - balbucí adormilado- ¿Cuánto tiempo llevo aquí?


Ayer saliste de la operación, saliste bien bebe.


-¿Qué fue, niño o niña -le pregunté bromeando.


Tus bromas indican que ya estás bien, pero el doctor me dijo que hasta mañana te dan de alta.


En eso entro la enfermera avisándole que sus familiares habían llegado.


-Voy a estar en la cafetería mientras pláticas con tus hijos y me imagino que tu ex también vino.


Cuando Gaby salió en el pasillo se cruzó con la familia de Álvaro, sus hijos no se fijaron en ella pero Silvia, la ex de Álvaro, la siguió con una mirada escrutadora.


-Papá  ¿Cómo estás? le inquirió Alicia su hija cuando entro al cuarto, abrazándolo con cuidado.


-Hola papá - le dijo Carlos Arturo, su hijo, afablemente.


-Que tal Álvaro - le saludo Silvia, su ex esposa sin demostrar algún sentimiento.


Mientras su hijo se comía una fruta de una canasta que estaba en el buró, y su hija arreglaba un ramo de rosas que le había llevado, Silvia le preguntó:


-¿La joven que salió de tu cuarto es tu pareja?


Álvaro prefirió no contestar y solo expresó:


-Gracias por haber venido ¿Quién les aviso? - les dijo evitando nervioso la pregunta de Silvia.


- Un amigo tuyo -Le contestó Silvia con voz seca.


-¿Cómo vas en la escuela princesita? 


-Más o menos, ya ves que nunca he sido muy buena para el estudio - le dijo sonriéndole 


-En eso saliste a mí, yo siempre reprobaba, mis vacaciones siempre me las pasaba estudiando para los extraordinarios, y tu Carlitos ¿Cómo te va?


-Mi pareja y yo terminamos, ¿se puede fumar aquí? - me contestó con naturalidad, sentí que no quería hablar al respecto.


-También en eso te pareces a mí. -le dije riendo en tono festivo, tratando de romper el hielo - No pueden negar que son mis hijos.


-¿Y a mí en que se parecen? -Intervino Silvia para no quedarse fuera de nuestra plática.


- Sacaron tu belleza y tú inteligencia.


Le contesté sin darle tiempo a que desenfundara.


-¿Estás leyendo Historia del arte? -me preguntó mi hija tomando el libro que había dejado Gaby a un lado de la cama.


-Sí, me lo trajo un amigo que vino a visitarme -les dije esperando que no viera el nombre de Gaby escrito en la primera página.


-¿Y qué fue lo que te pasó? Me pregunto mi hijo.


-Iba llegando a mi oficina - le conteste mientras le quitaba el libro a mi hija con suavidad- y empecé a sudar frío, y sentí una opresión en el pecho, como de angustia, parece que me quiso dar un infarto. De inmediato pedí que me trajeran  aquí.


-A tu edad ya no debes esforzarte -Dijo Silvia, y sentí que lo dijo con jiribilla.


-¿Cuando sales papá? -me preguntó Carlos. 


-Parece que mañana -le dije esbozando una sonrisa.


-Yo vengo por ti, avísame a qué hora.


Se despidieron y trate de dormir.


Cuando desperté Gaby estaba leyendo su libro de arte a mi lado.


 


 

 
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