Palabras Mayores.
Rubén Ricaño Escobar.
 

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Xalapa y sus mendigos
2017-09-04

La imagen es desgarradora, conmueve y lastima: a pesar de todo se adivinan los quince o dieciséis años de esa mujer que está ahí, parada en ese cruce peligroso en la avenida Lázaro Cárdenas en Xalapa ¡Tata Lázaro! ¡Qué ironía! Y cerca de ella hay dos o tres niñas más igual que ella, con el hijo envuelto en el rebozo de lana, seguramente tejido por ella misma, su madre o su abuela, y tal vez, otro hijo latiendo en sus entrañas, porta el traje indígena multicolor, de esos trajes de los cuales las mujeres de la ciudad, feministas, intelectuales y todo mexicano parece sentirse orgulloso y se lo ponen en septiembre, el Mes de la Patria; pero esta madre adolescente lo usa todos los días y delata la identidad de la etnia a que pertenece, viene de tan lejos esa joven mujer, casi niña y está ahí parada entre camellones en un cruce vial que hacen esas avenidas de esta injusta ciudad, a cada luz roja del semáforo se pone al frente y realiza malabares con tres limones en la mano y su rostro triste, grotescamente pintado con maquillaje blanco.


¿De dónde vienen? ¿Quién las trae a Xalapa? ¿Quién está completando el ciclo de quinientos años de discriminación y explotación indígena en México? ¿Quiénes son los encomenderos del siglo XXI que ante la inacción de los gobiernos municipal, estatal y federal continúan explotando y vejando a las etnias de México?


Septiembre es el mes de la patria y no hay nada que celebrar, la mejor celebración sería hacer justicia a estas mujeres indígenas explotadas, maltratadas y denigradas con ese maquillaje de payaso ¿Para qué entonces la ridícula Comisión de los Derechos Humanos de Veracruz? ¿Para que entonces el DIF Xalapa o DIF Veracruz? ¿Para qué las Fiscalías “especializadas” en la defensa de los derechos de las mujeres, las niñas y las indígenas? ¿o el inútil Instituto Nacional Indigenista? Cuyos funcionarios se pasean el lujosas camionetas por esas mismas calles en que los indígenas mendigan. Si hoy ahí, en los cruceros de la peligrosa y abandonada Xalapa están esas niñas-madres indígenas con sus rostros pintados de payaso pidiendo limosna a una ciudadanía indiferente, apática y conformista.


Da vergüenza y asumo la responsabilidad que me toca en esta triste realidad en la que está hundida nuestra patria, porque ninguna lucha será suficiente ni en la política, en el gobierno, en la vida profesional o privada, hasta que el último mexicano goce de plena libertad y de total oportunidad para el bienestar de vida, nunca estará cumplida la misión en la vida de nadie, hasta que no tengamos una sociedad justa.


Con razón, escribió Salvador Díaz Mirón “…nadie tiene derecho a lo superfluo mientras alguien carezca de lo estricto…”. Los mexicanos somos muy dados a presumir de nuestro gran legado indígena, las imponentes pirámides, los códices y la herbolaria, las danzas, la poesía, tradiciones y de todo aquello que los pueblos prehispánicos legaron al mundo, y más aún si es es septiembre, época en la que el patriotismo y orgullo de ser mexicano parecen intensificarse en forma apoteósica.


Presumimos del gran legado que nos dejaron los Nahuas, totonacas, mayas, olmecas, zapotecas y todas las desarrolladas culturas del México antiguo, pero nunca nos preguntamos por el legado que le estamos dejando a los descendientes de esas razas, nunca o casi nunca hacemos nada por ellos desde nuestra vida privada o profesional, ni exigimos al gobierno un verdadero trato digno para ellos.


Cuando uno ve lo que sucede en el día a día de nuestros pueblos y ciudades, cuando vemos lo que ocurre en nuestras calles y el rumbo que lleva esta sociedad, nos podemos percatar que existen muchas cosas que no estamos haciendo bien, ni como pueblo y mucho menos como gobierno, somos una sociedad que no hemos podido darnos justicia, bienestar y mucho menos darnos buenos gobiernos, no importa el partido ni las creencias porque todos hemos sido parte de este caos de rencores e injusticias que es México y si de verdad deseamos un cambio, tenemos que empezar revisando el interior de cada uno de nosotros mismos. Porque hoy, ahí en las esquinas y banquetas de Xalapa, permanecerán esas mujeres indígenas pidiendo limosna, porque somos una sociedad que no ha sabido darle trato justo y oportunidades de vida igual a todas las personas. 


rubenricano@cmdmexico.org

 
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