Después de la zona metropolitana de la Ciudad de México, Veracruz es la joya de la corona en materia electoral –entre otras codiciadas pertenencias como su importancia en recursos naturales, económicos y geoestratégicos -, pues en las elecciones que este 2016 tendrá nuestro país, es la entidad que significa la tercera lista de electores detrás del Distrito Federal y el Estado de México y nunca ha habido alternancia partidista en el gobierno estatal.
El proceso electoral veracruzano es pues foco de atención nacional particularmente por lo que significa de cara a la elección nacional del 2018, las cosas que sucedan y los resultados que se establezcan el próximo 5 de junio determinarán sin duda posiciones y formas que marcarán el debate nacional y muy probablemente las condiciones y los resultados de la elección por la presidencia de la república dentro de 2 años.
En este marco se circunscribe el ideario político partidario local, donde la rebatinga de las clases políticas tradicionales y las emergentes es el pan mediático de cada día. Cada una de las fuerzas electorales tiene sus contradicciones, procesa sus mecanismos y formas para definir las candidaturas que saldrán a competir, los manejos internos, en unos más que en otros, refieren la crudeza y el cinismo con el que se cimentan muchos de esos partidos que buscarán la confianza y el voto.
Después de 80 años de un único partido en el gobierno estatal, en Veracruz parecieran gestarse las condiciones que, al resumir el hartazgo ciudadano, concreten la alternancia. Las ofensas gubernamentales continuas e impúdicas pareciera que no solo han profundizado el desprecio público y la desconfianza, sino que están generando una idea del cobro de facturas desde una sociedad agotada de la desvergüenza, la incapacidad y el latrocinio, la inseguridad, el abandono productivo, la pobreza, la corrupción y el autoritarismo.
Las ofertas políticas estarán allí, reciclando candidatos, ofreciendo soluciones, resguardando intereses, buscando cambios que favorezcan la continuidad y garanticen la impunidad. También los habrá que busquen soluciones y otros que ofrezcan justicia o sanciones, de todo podremos encontrar. Al final de cuentas, los caldos que se preparan ponen al conjunto social nuevamente en la encrucijada de tomar decisiones, de participar para encauzar la recurrente queja por los caminos que más convoquen, que den salidas.
Se requiere para Veracruz una sociedad que participe, que actúe en consecuencia de una realidad que cancela esperanzas y rompe oportunidades; se hace urgente señalar y buscar las trincheras que transformen a una Entidad postrada por los pésimos gobiernos con personajes que soberbios piensan que nunca se les acabará el pinche poder, que disfrutan con la apuesta de una sociedad que por lejana permitirá nuevamente ser cómplice de la continuidad. El dilema está en si se les dejará ganar en su apuesta y mejor aún, si puede ser posible que en el marco de la urgente participación ciudadana, se conjunten las fuerzas suficientes para ir más allá de cambiar los retratos colgados en la pared, interviniendo para cambiar las viejos signos y transformar con el ejercicio ciudadano crítico y actuante las condiciones que ahora predominan.
Esa es la encrucijada.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Y cuando terminaron de echar los guijarros, se alzó la sombra del coco azul.
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