Lo peor es que los de allá se las creen. Por cuestión de espacio solo les cuento dos: El Ingenio azucarero “El Jícaro” para el que el gobierno le dio 30 millones a Enrique Ramos, líder azucarero.  Enrique trajo de Guadalajara un montón de fierros viejos, los tiró en un terreno en el que Ramón Ferrari se echó un elocuente discurso que iniciaba: “Por fin llegó el desarrollo a Tierra Blanca”. Fue puro rollo, nunca se hizo y los 30 millones nunca retornaron a SEFIPLAN. Tampoco hubo castigo para nadie. Ahora, algún vivo convenció a la diputada Marcela Aguilera Landeta, hechura política del extinto Margarito Montes Parra, de que apoyara otra ilusión: una planta etanolera para la que el Congreso donó ya un terreno para instalarla. Ojalá esta no se convierta en una más de esas grandes mentiras institucionales como las del rescate del Ingenio Independencia, la Concha, el San Gabriel y muchos más, hacia los cuales, han ido a parar cientos de millones de pesos vía la SEDARPA.