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DUARTE ¿AHORA A QUIÉN LE ECHAMOS LA CULPA?
De la columna "Línea Caliente"
Por: Edgar Hernández
2016-05-15 - 08:23:02 /

Cuando el primero de julio del año pasado en el marco de los festejos extemporáneos del gobierno del Estado del Día de la Libertad de Prensa, el gobernador Javier Duarte llamó en Poza Rica a los periodistas a “portarse bien” ya que  caerían “muchas manzanas podridas”, el periodista Manuel Torres jamás imaginó que sería uno de los destinatarios.


En horas de la tarde de este sábado una escueta noticia sacudió a Veracruz y en lo particular al gremio periodístico:


“De un tiro fue asesinado el periodista Manuel González Torres mientras caminaba sobre la calle 2 de enero en la colonia Cazones, frente a la delegación de Tránsito, en Poza Rica. Su muerte fue instantánea”.


Manuel era editor de la página Web “Noticias MT”, también fue corresponsal para TV Azteca, reportero del periódico Noreste y recientemente había iniciado su propio medio.


La muerte del colega se suma a la de 17 más asesinados en lo que va del sexenio. El crimen es, sin duda, la confirmación de ese adelanto de la caída de las manzanas podridas.


Consecuentemente obligada la pregunta ¿Si Duarte lo sabía por qué no actuó?


Por qué si el crimen organizado es dueño de la plaza desde hace una década no se ha realizado acción conjunta con el apoyo de la federación, la marina y las fuerzas armadas.


¿Y por qué si ya se hizo siguen los Zetas como dueños de la plaza?


Por qué “sacudir el árbol” empezando por los periodistas “cómplices o involucrados” y no por los auténticos criminales apoltronados en la plaza presuntamente bajo el amparo de la autoridad.


“Yo espero que ningún trabajador de los medios se vea afectado", advirtió el gobernador ese primero de julio. Su esperanza se vino a tierra porque antes que caer las manzanas podridas de la delincuencia ya cayeron otros “trabajadores de los medios”, como nos denomina el señor Duarte.


Van 18.


¿Por la acción del crimen organizado?


Todos los colegas masacrados en este sexenio en forma alguna, desde la óptica del gobierno, han estado ligados a criminales. 


A Regina Martínez no le dieron crédito por su actividad profesional sino por presunto amantillo borracho. Menos a la periodista Yolanda Ordaz, decapitada en el puerto. Tampoco clemencia alguna hubo para Milo Vela, su esposa e hijo.


Y quién quiere acordarse del periodista Juan Mendoza Salgado quien sobrevivía no de su profesión de periodista, sino de un taxi que trabajaba. Juan fue encontrado muerto 72 horas del mensaje de Duarte por atropellamiento con las dos piernas fracturadas. 


Lo curioso es que no hubo huellas de derrape del vehículo que lo arrolló, pero sí un vendaje en la cabeza y su taxi a la fecha desaparecido.


El gremio se pregunta además si de verdad era tan criminal como dicen el periodista Moisés Sánchez Cerezo, cuyo pecado fue denunciar a un alcalde ratero aun prófugo o el reportero Goyo Jiménez, quien su extrema pobreza y honestidad eran sus prendas.


Uno a uno podemos ir citando a los periodistas muertos y todos son lo peor a la vista de la autoridad y todos, absolutamente todos han sido vinculados a criminales y drogadictos como fue el caso del fotoperiodista Rubén Espinosa, quien por temor a ser asesinado se autoexilia a la ciudad de México y hasta allá fueron los criminales a cobrar venganza.


Y qué decir de los 83 periodistas afectados en sus derechos, robados en sus casas, amenazados y golpeados y rastreados por el gobierno hasta en las más modestas oficinas públicas para checar que no les den embutes o dádiva alguna “porque no pagamos para que nos peguen”.


Esos 83 lastimados y afectados en sus intereses profesionales y económicos cuentan solo para la estadística.


En el gremio hay memoria, en la sociedad civil irritación, mientras en el gobierno estatal un total valemadrismo sustentado en una explicación oficial que no convence y una amenaza latente para quienes nos dedicamos a esto.


Esto de lavarse las manos a propósito de las “manzanas podridas” representa para los periodistas una advertencia viva mientras no se vayan. 


Mañana o en cualquier momento quienes nos dedicamos a esta profesión vamos a aparecer tendidos con dos balazos en la cabeza y una explicación oficial de que fue suicidio.


Ya van 18 periodistas masacrados ¿cuántos más faltamos antes de que concluya la pesadilla?


Para quienes hemos sido afectados en nuestros derechos y violentada nuestra intimidad familiar nos preguntamos cada vez que matan a un colega si de verdad vale la pena seguir luchando o es mejor dedicarnos a lavar autos.


Para quienes en el día a día hacemos caso omiso de las angustias de nuestras esposas e hijos, padres, hermanos y amigos para que nos alejemos de tan riesgosa profesión solo hay que evocar a Salvador Allende cuando decía: “Para matar al hombre que era un pueblo van a tener que quedarse sin el pueblo”.  


Tiempo al tiempo.


*Premio Nacional de Periodismo

 
 
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