Hay quienes explican la salida de Luis Videgaray Caso por el lado fácil: salvar la imagen política del Presidente. Pero en el fondo hay más, pues el hombre fuerte del Presidente había fallado en sus principales encargos: las finanzas del país están por los suelos, gasto público descontrolado,  aparato productivo paralizado, deuda pública en crecimiento exponencial; luz roja por parte de las calificadoras internacionales; y la constante de bajar las estimaciones de crecimiento. Por si eso fuera poco, Videgaray no paraba de meterse en todo y ese fue su Waterloo. Al inminscuirse en temas diplomáticos por la visita de Donald Trump, Videgaray se topó con una dama de carácter que supo defender la dignidad de su cargo. Claudia Ruiz Massieu expuso y defendió en privado frente a Enrique Peña Nieto su postura. ¿Insólito? ¡Sí! Pero Videgaray fue vencido no por las lágrimas de una mujer, sino por las poderosas razones de una Canciller. La renuncia presentada por Ruiz Massieu fue cantada por importantes columnistas, y muchos lo vieron como un hecho consumado. Sin embargo la Canciller se condujo con la razón y lejos de una actitud sumisa, defendió su posición y la advertencia de lo que significaba la visita Trump para la política diplomática mexicana… el restar autoridad a Peña Nieto no era opción, el permitir que Videgaray se inmiscuyera en la política exterior, tampoco. Al final, luego de los resultados pavorosos en términos de percepción, quedó demostrado quién tenía la razón, por lo que Ruiz Massieu puso en la mesa dos temerarias condiciones para retirar su renuncia: 1) Que Videgaray aceptara públicamente haber organizado el encuentro; y 2) Que fuera Videgaray, y no ella, quien renunciara a su cargo. ¡Ella o él! México debe saber que cuenta con un Canciller Diplomático de carácter, firmeza, experiencia, pero sobre todo de palabra y con las gónadas en su lugar.