Dante Delgado preguntó hace unos días en un foro en la Capital del país ¿Qué le pasó a México? Hoy, esa pregunta que comenzó a gestarse desde los albores de nuestra vida moderna, ha pasado a ser una simple pregunta retórica que podríamos retrotraer a cualquier ejemplo: ¿Qué le pasó a México? ¿Qué le pasó a Veracruz? ¿Qué nos pasó a los mexicanos? 

Dante dijo que a México le pasó “una clase política sin clase, sin principios, sin honor. Pasó una partidocracia que se niega a creer que este régimen se agotó. Pasó que construimos un Estado violento y represor. Pasó un Estado que intenta censurar a los medios y a las redes. Pasó que en un esfuerzo indigno por ganar elecciones, sacrificamos los principios y el proyecto a cambio de votos. Pasó una izquierda dividida que hoy puede hacer alianza con el PAN y mañana con el PRI. Pasó que algunos medios de comunicación abandonaron la responsabilidad de informar por negocio o por miedo. Pasó que la ciudadanía no supo canalizar el hartazgo y se conformó con la protesta, pero que no entendió que su responsabilidad no termina con el voto o con el no voto. Pasó una ciudadanía que abandonó los espacios colectivos y que necesita una nueva participación política. Pasó una ciudadanía que no comprende la responsabilidad de gobernar y no se prepara para hacerlo”. 

Todo eso y más pasó en México. Porque en nuestra indolencia y altivez creemos ser dueños de la verdad, pero no son suficientes los que hacen algo por conquistarla y difundirla.

Hoy me pregunto ¿Qué le pasó a Veracruz? Y podremos coincidir en lo retórico de la pregunta pues no creo siquiera que Miguel Ángel Yunes lo sepa después de abismar una solución idílica por más de treinta años. 

¿Qué le pasó a Veracruz? Pasó una clase política que depredó los campos cual langostas. Pasó una izquierda sin identidad que vendió su alma al mejor postor durante décadas. Pasaron seis, doce, setenta años de un régimen anquilosado, autoritario y corrupto, que supo disfrazarse un día en caballerosidad y otro en servilismo. Pasó un sistema negado a morir y transubstanciado en color azul. Pasó un Estado autoritario que hoy disfraza la represión y la amortigua. Pasó que hubo rapiñas, excesos, cabezas y cuerpos y embolsados. Pasó una sociedad que llora y comparte sus penas en voz baja en las cocinas remojando el pan en el café con leche. Pasó una noche sórdida que no termina. Pasaron asesinatos, levantones y ejecutados. Pasó que hubo ruidos en la noche, y un Diosmío en la garganta. Pasó que cambiamos por miedo, por ira, por tristeza o por sangre. Pasó que morimos en un quirófano, en una cama de hospital sin medicinas, en un aula sin bancos, en una oficina sin tóner. Pasó que nos robaron todo, y están dispuestos a seguirnos robando nuestro todo. Pasó que se rasgó el velo. Pasó que quedamos expuestos y la piel se eriza. Pasó que no habíamos visto nada semejante.

¿Qué le pasó a Veracruz? Joseph Conrad, en el “Corazón de las tinieblas", ocupó una frase que describe lo que aquí pasó: 

“¡Ah, el horror! ¡El horror!”

Dígame Usted bien querido lector: ¿Qué le pasó a Veracruz?