Por demás extraña es la carta que el supuesto abogado y notario del ex gobernador preso en Guatemala Javier Duarte de Ochoa, interpuso ante la Dirección del Penal de Matamoros. No se extrañe que en breve los abogados acreditados legalmente desmientan la veracidad de la famosa carta publicada ayer en los principales medios del país o cuando menos hasta ahora resulta curioso que no lo hayan hecho.

Y es que la carta en sí o es una soberana burla o de plano los abogados que se consiguió Javier Duarte no valen un cacahuate. La misiva contiene mayúsculas incoherencias y errores de forma y fondo que hacen imposible tomarla en serio. 

El documento, tan solo para empezar, contiene innumerables faltas ortográficas; los sellos no se alcanzar a leer; el representado es el señor “Javier Duarte de Ocho” (sic), vaya, ni siquiera pudieron escribir bien su nombre, y el que firma por él supuestamente es abogado y notario público.

En su exposición el supuesto Duarte de Ocho se queja de no tener con quien conversar, no pide privilegios sino un trato de igualdad; supuestamente pide le permitan “salir al patio junto con los demás internos y relacionarme con ellos”, lo cual a todas luces es una incoherencia dada la animadversión evidente de otros internos que pertenecen a los “Maras Salvatruchas” mostrada el mismo día en que rindió su primera declaración ministerial. ¿Querría Duarte convivir con quienes lo podrían desollar vivo?

Las peticiones de un colchón, un ventilar (sic) y una lámpara, son los ingredientes de la carta que propician la denostación y burla pública. 

Pero si esos errores de forma hacen sospechar de la autenticidad de la carta, la fundamentación de derecho lo hace más, ya que el artículo 28 de la Constitución Política de la República de Guatemala, se refiere al derecho de petición que tienen solo los ciudadanos guatemaltecos. ¿Por qué no se fundamentó en algún artículo del Convenio de Extradición México-Guatemala? 

Y encima, no se hace mención a un poder, ni siquiera al menos una instrucción, para poder firmar la carta.

En conclusión: o la carta es más falsa que un “Pancholar”, o de plano a Javier Duarte de Ochoa le urge cambiar de abogados, porque esos que tiene ahorita no sirven para nada.