Lo que viene será la mayor desgracia del PRI, y Renato Alarcón será el artífice.

Y pese a que en su fuero interno Renato se exculpa de tomar una empresa imposible, eran tantos sus sueños con ser dirigente estatal que con gusto puso las manos para que se las ataran. 

La idea: si me va bien me colgaré la medalla y si me va mal podré echarle la culpa a cómo quedó el priismo después de Duarte, es algo que no lo salvará del juicio histórico de sus correligionarios.

Pero ha sorprendido que entre la legión de agachados priistas, una voz se levantó para decir que: “las voces de la militancia y de la ciudadanía no fueron escuchadas… Hubo cerrazón y malas decisiones en la dirigencia que hicieron emigrar a buenas cartas priistas hacia otros partidos y que otros más de plano fueron orillados a renunciar”.

Y estos reclamos tendrán peso al término del actual proceso pues surgieron ni más ni menos que de la diputada y secretaria general del CDE, Regina Vázquez Saut.