El librito indica que los gobernantes deben planear su salida desde el primer momento en que acceden un cargo público, y la forma más eficaz que tienen de hacerlo es planeando cómo dejar a su sucesor. Esa es una de las reglas no escritas de la política, como aquella que reza que un político debe estar preparado para ser, pero sobre todo para dejar de ser.
Los veracruzanos transitamos un bienio gubernamental, un ejercicio de gobierno atípico y sin parangón en la historia veracruzana. Ni siquiera los dos años de Fernando Gutiérrez Barrios se pueden equiparar.
El gobernador Miguel Ángel Yunes Linares ha dicho una y otra vez que no interferirá en los temas electorales, pero la verdad todos lo han hecho y lo hacen. Así que tampoco es cosa de darse golpes de pecho y espantarse, la realidad política mexicana no da para otra cosa.
Sin embargo, la pregunta es por qué Yunes Linares lleva su gobierno de la forma en que lo lleva, ejerciendo un férreo control político que no se vio ni en los tiempos de Fidel Herrera en la plenitud de su pinche poder. La respuesta es simple: porque no tiene de otra. Más allá de su personalidad no tiene otra forma de gobernar si es que pretende poder dejar a su sucesor.
En un escenario normal (de seis años) los gobernantes tienen tiempo suficiente para gozar la popularidad, sembrar dinero, ejercer el presupuesto y cosechar los votos. Se demoran años pues hacer política lleva tiempo; enamorar al electorado es como enamorar a la novia, se debe hacer des-pa-ci-to.
Pero hoy no hay tiempo, no hay dinero, no hay sistema y todo se tiene que hacer con la fuerza gravitacional de un hoyo negro. Todos los caminos de la política civilizada están bloqueados o no hay recursos para recorrerlos. Solo queda una opción, y esta es ejercer la fuerza del Estado para hacerse del control político.
Si Yunes Linares hubiera ganado una elección para un gobierno de seis años, júrelo, su actuar sería diferente, su paciencia sería mayor, su tolerancia ante la crítica estaría presente, su divorcio de los medios de comunicación hubiera sido gradual, y su incesante lucha contra el corrupto sistema anterior hubiera sido imparable pero atemperada.
Hoy se vive en Veracruz una compresión temporal de sucesos que estruja y lacera, y eso también es culpa de Javier Duarte (aunque suene a lugar común). Restablecer el tejido social desgarrado durante doce años, no se iba a lograr en un gobierno de Dos utilizando las mismas fórmulas. Yunes gobierna como gobierna, en síntesis, porque no hay fecha que no se cumpla ni plazo que no se venza.
Desde que entró -como buen político- está preparando su salida. Y si quiere salir bien, no tiene otra opción más que gobernar como ahora está gobernando. Con su forma de gobernar no será popular, pero hará lo que tenga que hacer, pésele a quien le pese, y cueste lo que cueste.
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