Dicen que en el amor y en la guerra todo se vale. Dicen que en tiempos electorales también todo se vale. Pues no.
El problema originado por las presuntas despensas caducadas en Minatitlán ha dejado de manifiesto, una vez más, hasta donde son capaces de llegar los políticos en tiempos electorales para afectar a los adversarios.
Y una vez más, los más pobres, los más necesitados, son los afectados y quedan en el centro de la discusión político-electoral, como la carnada que siempre han sido.
Un notario público certificó que no había despensas caducadas en la bodega resguardada por la autoridad municipal. Aún así el alcalde Nicolás Reyes insiste sin presentarlas públicamente, que tiene pruebas de que un lote (ya no todas las despensas) estaba caducado y que no piensa retractarse de la acusación, sosteniendo además que fue amenazado por el gobernador de retirarle a la policía, dicho desmentido por el ejecutivo.
Mientras cruzan acusaciones y se dirime el asunto, esas mujeres y hombres de Veracruz que esperaban con desesperación sus despensas, siguen sin ellas.
No se puede seguir permitiendo que los más pobres sigan siendo el factor electoral explotando sus necesidades más básicas.
No se pueden hacer acusaciones tan graves como las del alcalde, sin probarlo. No se puede, no se debe, con tantita decencia, seguir metiendo en el encono personal y partidista a los más pobres del estado.
Es una canallada y tiene que parar.
Si el alcalde de Minatitlán tiene pruebas de la caducidad de dichas despensas, que las muestre, por que por el otro lado, tiene la certificación notarial de que eso no es cierto. En tanto no las muestre, queda como mentiroso.
De no exhibir sus pruebas, habrá sido una porquería de estrategia electoral que debe desterrarse para siempre.
Pero también sancionarse.
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