Vaya con las paradojas del sistema electoral que rige en este país; ya hay candidatos tanto a la presidencia de la República, como a las gubernaturas, diputaciones y senadurías, pero no hay campañas.
Lo que hay es un periodo de intercampañas que quién sabe qué rayos será eso, donde los candidatos ya oficializados como tales, tendrán que aguantarse las ganas de comenzar sus campañas electorales.
Jamás entendí las precampañas porque ninguno de los candidatos tuvo un rival de su mismo partido que buscara también la candidatura. Tanto López Obrador como Ricardo Anaya y José Antonio Meade fueron lo que pudiera llamarse “precandidatos de unidad”. Sin embargo, se hicieron las precampañas que costaron una millonada y sirvieron para maldita la cosa.
Ahora están en periodo de intercampañas que menos se entiende.
Este periodo de aparente calma que durará hasta el último día de marzo, quisieron aprovecharlo los medios de comunicación (principalmente las televisoras y radiodifusoras) para invitar a los candidatos a debates que hubieran permitido ponerlos frente a frente y confrontar ideas.
Pero el Instituto Nacional Electoral dijo no y determinó que durante las intercampañas, todo candidato a puesto de elección popular debe abstenerse de acudir a debates o mesas de análisis donde asista más de uno de ellos.
Este lunes el Consejo General del INE aprobó los criterios de intercampaña, y definió que los candidatos tienen prohibido aparecer en spots o actos públicos, aunque sí pueden asistir a actos privados y reuniones en las que expongan temas generales y de interés público, “siempre y cuando no llamen al voto ni realicen actos anticipados de campaña”.
Habrase visto mayor estupidez.
Por principio de cuentas cada saludo, palmadita en la espalda, selfie, sonrisa o abrazo que prodigue todo candidato a cualquier hijo de vecino, será una invitación subliminal a que voten por él. Lo mismo que cada reunión privada donde se expongan “temas generales y de interés público”.
Digo, ya desde ahí está mal el INE.
Pero prohibirles que se vean cara a cara y expongan sus ideas o descalificaciones frente a uno o más contrincantes sabedores de que los verán o escucharán millones de personas, es una medida retrógrada y un atentado a la libertad de expresión.
Que esto lo hubiera puesto sobre la mesa cualquier grupo cerrado y medieval, vaya y pase, pero que lo esté aprobando el INE que se supone, es garante de la democracia en nuestro país, es simplemente imperdonable.
Los ganones con esta decisión son Andrés Manuel López Obrador y su pupilo veracruzano Cuitláhuac García, que deben estar más felices que los enanos de Blanca Nieves.
El coco de Andrés Manuel siempre han sido los debates y nada hubiera podido hacer frente a José Antonio Meade y Ricardo Anaya, que lo habrían puesto en ridículo.
También lo hubieran hecho talco Margarita Zavala, Ríos Piter y hasta el mismo Bronco.
Lo mismo habría pasado con su pupilo Cuitláhuac García, un hombre bien intencionado pero muy limitado verbalmente al que habrían barrido José Yunes Zorrilla y Miguel Ángel Yunes Márquez.
Lástima por la decisión del INE.
Ahora tendremos que chutarnos esos debates acartonados y sin chiste que patrocina el propio Instituto y que no deberían existir.
Las intercampañas eran la oportunidad de oro para que los candidatos hubieran expresado sus ideas, propuestas y formas de ser, frente a una audiencia de votantes que los habría escuchado con atención. Y hubieran sido una puerta abierta para que millones de indecisos clarificaran la intención de su voto.
Pero el INE la regó y cerró esa puerta con supina torpeza.
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