Ahora que se hizo viral criticar al Presidente López Obrador por haberle pedido al gobierno español y al Papa Francisco que se disculpen por los abusos cometidos hace 500 años durante la conquista, bien valdría la pena reflexionar un poco antes de hacerlo. 

De entrada, como bien apuntó AMLO en su conferencia matutina de este martes, en México ni siquiera se conoce el contenido de la famosa carta a España, por lo que no se alcanzan a entender los términos de la misma. 

Solicitarle a España que se disculpe con México es digno de memes, porque hace 500 años no había México, ni país, ni siquiera teníamos una lengua estándar. Lo que había era un conglomerado de naciones peleadas la mayoría de ellas entre sí. La mayor de ellas, por cierto, fruto de otra conquista tal vez más sanguinaria que la propia conquista española. 

Sin embargo, de acuerdo a lo que dice López Obrador, las disculpas no serían para México, sino para “los pueblos originarios”… ¡Aaaaahhhhh! Ahí ya cambia la cosa, porque la inmensa mayoría de los ahora mexicanos somos descendientes de esa mezcla indígena-española. ¿Acaso no nos llamamos Carlos, Andrés, Carmen, Antonio? ¿Acaso no tenemos ojos de todos los colores y pieles de todas las tonalidades? Aún así, hay una minúscula, muy minúscula pero no menos importante proporción de “pueblos originarios” que tienen una ascendencia perfectamente delimitada y que se extiende hasta los periodos precolombinos. A ellos sí, a ellos sí se les podría extender una disculpa, pero una disculpa generalizada no solo de los españoles originarios que “nos conquistaron”, sino de todos los mexicanos que los han olvidado, minimizado y hasta exterminado por acción o por omisión. 

¿Se le debe ofrecer una disculpa a México? ¡No! 

¿Se le debe ofrecer una disculpa a los pueblos originarios? ¡Sí! ¿Por qué no?