Aunque nació en Knoxville, Tennessee, cuando cumplió dos años Quentin se trasladó a Los Ángeles donde se crió con su madre soltera. Siempre sintió una atracción especial por el cine y a los quince años dejó los estudios simplemente porque prefería ir al cine antes que ir al instituto. Mientras tomaba clases de interpretación, trabajó en un cine para adultos y más tarde en un videoclub de Los Ángeles. Luego empezó a escribir guiones. Debutó como director en 1987 con un corto que él mismo protagonizaba. Sin embargo, su golpe de fortuna llegó en 1991 con el guión de Reservoir Dogs, que sólo pretendía convertirse en una película minimalista, barata, en 16mm y con sus amigos como principales intérpretes, pero que supuso un auténtico shock en el Festival de Sundance.

En 1994, con poco más de treinta años, Tarantino rodaría la película que para muchos cambió la reglas del cine para siempre, una cinta de relatos fracturados y diálogos explosivos que se ha convertido en objeto de culto de la cultura pop, Pulp Fiction, con la que inauguró un género propio. Por primera vez una película independiente era capaz de llevar al gran público a las salas de cine, la primera producida lejos de los grandes estudios de Hollywood que sobrepasó los 100 millones de dólares en taquilla. El Festival de Cannes le premió con la Palma de Oro, pero la Academia de Hollywood, menos benévola, solamente le dio el Oscar al mejor guión original.

Patentada la fórmula mágica del éxito, tras colaborar con su amigo Robert Rodríguez en Four Rooms y Abierto hasta el amanacer, rodó las dos violentas entregas de Kill Bill, otro éxito de taquilla, mató a Hitler en Malditos bastardos, y saldó cuentas con la esclavitud –nuestro holocausto– en Django desencadenado. Tarantino ya no es el outsider que revolucionó el cine hace 20 años, pero sigue hablando con la osadia, el sentido del humor y sobre todo la rapidez de sus personajes. Que con tanto melifluo por ahí suelto cada película de Tarantino te siga golpeando como con un mazo es de agradecer. El cine sigue vivo gracias, entre otros al hombre que reinventó el cine.

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