Tiene razón López Obrador cuando señala que Cuitláhuac está expuesto a la “maleantada” política, y justo desde el domingo se movieron todos los elementos del anterior régimen para golpear persistentemente en medios y redes; ayer mismo, mientras se dirigía a la conferencia de prensa, elementos enviados por el Fiscal hicieron su show victimizante; el inepto alcalde panista, Fernando Yunes Márquez, se aventó un discurso lleno de improperios por la ausencia de AMLO y Cuitláhuac en su conmemoración de los 500 años de la fundación de la ciudad, y el fiscal Jorge Winckler armó su tinglado en Boca del Río para tratar de robar reflectores con una conferencia de prensa sobre supuestos avances en la investigación que ya habían sido anunciados, sin su concurso, por el gobierno estatal.

Los yunezombis han atacado desde las redes sociales una parte de los discursos de gobernador y presidente sobre que los crecidos índices delictivos son parte de la herencia maldita, del “cochinero” legado por gobiernos anteriores, a nivel federal y estatal. A Yunes Linares, por supuesto, le interesa echar arena al excremento, como lo hacen los perros, y aparentar que él no tiene nada que ver con el estado actual de la criminalidad en Veracruz: “ya no le echen la culpa a terceros”, claman los yunistas, cuando su jefe se pasó los dos años de su gobierno responsabilizando de sus fracasos o políticas inexistentes a la corrupción de Javier Duarte. Hoy, Yunes gimotea, pero es su propio guion el que ahora repiten los morenistas.

¿Qué hace falta en Veracruz, señor Presidente? Que si hay cochinero, lo limpien; que si hay delitos contra el erario, los persigan; que si hay quienes causan problemas de seguridad para desestabilizar al actual gobierno, los procesen y metan a la cárcel. Tienen en sus manos, por ejemplo, el historial de corrupción del anterior gobierno: procésenlos desde la Fiscalía General de la República y, de comprobarse, métanlos a la cárcel; si el Fiscal General de Veracruz ha cometido delitos, llévenlo a la justicia.

Ya basta de llamar a la “maleantada” a que se serene o le baje dos rayitas a su descomunal ruido; si tienen algo en su contra que constituya un delito, hay que procesarlos; si no lo hay, hagan su trabajo y terminen con la inseguridad creciente que nos legaron, eso sí, los fidelistas, duartistas y yunistas.