La pregunta de los 64 mil pesos es cómo es posible que en los súper Chedraui y Walmart de Xalapa, modernas tiendas que cuentan con ‘estrictos’ circuitos cerrados de vigilancia y un sin número de ‘agentes’ pueden evitar robos de un lápiz, una fruta o un calzón, pero no son capaces de defender a los consumidores. 

Cuando alguien roba un calzón, ni bien llegan a las cajas registradoras los atrapan, los ‘encueran’ en sus mazmorras privadas y les hacen pagar el doble del costo de lo robado. En ocasiones, si la persona no cuenta con recursos económicos para pagar, de inmediato los consignan a las autoridades e inclusive pagan para que se publiquen los rostros de esas personas. 

Sin embargo, ¿cómo es posible que cientos de personas sean víctimas de robo en sus pasillos sin que los de seguridad se den cuenta?

No se puede pensar en otra cosa más que en una perfecta complicidad para que los ladrones saqueen bolsos de mano, roben las carteras y en cosa de minutos logren desvalijar tarjetas de crédito con fuertes cantidades de dinero. 

Estas situaciones suceden con demasiada frecuencia en Xalapa, pero da la casualidad que cuando estas personas han solicitado la ayuda de los guardias de seguridad, no aparecen las escenas del robo en sus cámaras de vigilancia; nadie vio y nadie supo. 

Lo mismo pasa en Chedraui Ánimas, Walmart de Lázaro Cárdenas o en cualquier tienda departamental grande, en la que la vigilancia sólo apoya los intereses de la tienda y no los de sus usuarios. 

¿O qué otra explicación pudiera dársele a esto que sucede a diario en esas ‘serias y protegidas’ súper tiendas comerciales en Xalapa?