Decía Gonzalo Torrente Ballester, escritor español, merecedor del premio Cervantes y el Príncipe de Asturias: “El poder más peligroso es el aquel que manda pero no gobierna”.

Este domingo Alejandro Moreno rindió protesta como nuevo dirigente nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y en su discurso prometió acabar “con el PRI de las cúpulas y la nomenclatura”. Lo dice él, a quien al menos dos de los aspirantes -y hoy exmilitantes del PRI- José Narro e Ivonne Ortega, acusaron de ser “el candidato de la cúpula”.

Y quizá para borrar toda sospecha de algún acuerdo con Morena (de lo que también se le acusó) “Alito” dedicó parte de su mensaje para hablar sobre el partido que hoy ostenta el Poder:

“No voy a aclarar lo que ya es una realidad: el verdadero partido satélite de México es Morena, porque gira alrededor de una sola voluntad y eso lo sabemos todos (...) Al PRI le corresponde ser una oposición constructiva, fuerte y enérgica, con carácter y categoría política, la oposición más digna en la historia de este país, inquebrantable en sus principios e indestructible en su valor democrático”.

Alejandro Moreno también llamó la atención sobre el peligro que se cierne contra las instituciones democráticas del país. Advirtió que no permitirá que se atente contra la autonomía del INE (Instituto Nacional Electoral), ni tampoco respaldará la revocación del mandato.

Se dijo a favor de que su partido realice alianzas siempre o cuando beneficien al partido y al país, (pues) “se acabaron las alianzas que no benefician al partido”.

Insistió en que no habrá de pasar por encima de la voluntad de la militancia y aseguró que “las decisiones cupulares fueron sepultadas el 11 de agosto”, fecha en la que obtuvo su triunfo en las urnas.

“Por primera vez en mucho tiempo –dijo- el PRI no va a recibir instrucciones de nadie. Hoy no le debemos nada a nadie, lo único que debemos de nuestra dirigencia es el apoyo y el respaldo de la militancia priista en el país”.

Alejandro Moreno admitió que en los últimos años el PRI alejó a la militancia. “Las decisiones las tomó una nomenclatura sin raíces ni compromiso con el partido, y las candidaturas las repartieron en quienes los tuvieron secuestrados. Lo que yo planteo es liberar al partido y regresarlo a sus orígenes, para restablecer los vínculos con nuestra militancia; recuperar el orgullo de ser priistas”.

Explicó que como punto de partida para levantar al partido se deben plantear cuatro puntos fundamentales:

“El primero, es tener muy claro quiénes somos ideológicamente; el segundo, cómo vamos a organizarnos para el futuro. El tercero, qué posición guardaremos frente al poder, no sólo cuando somos oposición, sino también cuando somos gobierno, para que lo que defendamos esté sustentado en nuestro Programa de Acción, y cuarto, cómo hacer para que cuando se postule a alguien a un cargo de dirigencia o de elección popular, sea con el genuino respaldo de la mayor parte de nuestra militancia”.

Al final convocó a la construcción de lo que él llamó “el nuevo prestigio del PRI” con una reforma que actualice el pacto social con sus sectores y organizaciones.

“Una reforma para los priístas y para los ciudadanos que desean hacerlo, y juntos construir el México que queremos. Una reforma que sume causas colectivas y reste ambiciones personales. Una reforma donde las candidaturas se consigan con la gente y no en los pasillos de las oficinas una reforma que derrote a los profesionales de la simulación”.

Se dio tiempo, además, para invitar a los que desertaron, a que retomen su lugar en las filas del partido tricolor:

“A esos buenos mexicanos que ya no se sintieron representados por el PRI, les hago una atenta y cordial invitación a que regresen al partido. En el PRI cabemos todos los que amamos a México y los que queremos regresar al poder”.

Fue un mensaje que mostró firmeza, optimismo y apertura.

Lo que sigue es que se traduzca en hechos.

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