Ahora que no está Clementina Guerrero, Tula, y por los motivos por los que no está, no son pocos los que recuerdan lo que pensaron cuando llegó como Secretaria de Finanzas. Muy pocos se explicaban cuál era la necesidad de Tula, qué ganaba, para qué se metía en ese berenjenal de la administración pública. 

En aquellas épocas la Universidad Veracruzana libraba una dura guerra contra el Gobierno del Estado porque no les daban los recursos que por ley les correspondía; la marcha universitaria generó mucho ruido; las visitas de Sara Ladrón de Guevara a la Cámara de Diputados y de Senadores para explicar el detrimento que el gobierno de Duarte había hecho en la UV; entre otras acciones, hicieron lógico que Sarita metiera la mano completa en la administración y enviara a su amiga a la Secretaría de Finanzas para “garantizar” que se les pagara. 

Hasta allí todo se veía lógico. Se observaba la llegada de Tula a SEFIPLAN casi como una posición de sacrificio y una opción negociable y concertada entre el ex gobernador Flavino Ríos y Miguel Ángel Yunes Linares. Era la opción adecuada para cerrar la administración. 

Si tan sólo Tulita hubiera tomado el camino digno y hubiera renunciado al finalizar el gobierno de Flavino Ríos, seguramente hoy las cosas serían distintas. Fue entonces cuando muchos se preguntaron para qué seguía en Finanzas, qué ganaba, qué la impulsaba. Hubo múltiples señalamientos de que había reactivado la licuadora de recursos, muchos comentarios de que era nulificada por los subsecretarios y que era más una planta de ornato que una Secretaria. 

Sólo ella sabrá por qué siguió, pues dinero al parecer no le faltaba, como no se ve que le falte ahora. Tenía pensión, pero lo que parece que no tuvo fue el conocimiento de la Administración Pública pues no es lo mismo administrar una institución opaca como la UV que entrar a las grandes ligas de la Administración. 

Hoy está a salto de mata porque no supo que en el gobierno la Ley de Responsabilidades aprieta a los que hacen… pero también a los que no hacen o dejar hacer. 

Canillazos duros para Tulita, que por una ambición inexplicable se dejó meter entre las patas de los caballos.