Casi siempre, los gobernadores en turno han intentado ponerle “su huella” a la administración pública. Yunes Linares intentó ponerle la suya al Informe de Gobierno al indicar que iría él personalmente a dialogar con los diputados locales, a quienes tenía o de su lado, o les llevaba años luz de parlamentarismo. 

A Cuitláhuac le quedó esa herencia, y no podía quitarla pues de haberlo hecho habría pasado a la historia como “sacatón” o “miedoso” de enfrentar a los diputados. Finalmente le fue bien, realmente se le vio bien, con aplomo en la tribuna y al parecer hizo su tarea. 

Sin embargo, como bien apunta el periodista Mario Lozano Carbonell, “Las y los diputados en la misma. Los de morena aplaudiendo, los de la oposición a darle con todo. Nada nuevo. Algunos irrespetuosos, otros más políticos… Sin embargo, no se escuchó una sola propuesta de mejora. No se escuchó el mínimo reconocimiento de las acciones que se han llevado a cabo y que han traído beneficios… Vimos lo mismo de siempre”.

Y sí, fue lo mismo de siempre, a lo que debemos preguntarnos ¿Para qué sirve entonces este ejercicio? Realmente eso y nada son lo mismo. El pueblo veracruzano hoy estuvo en lo suyo, trabajando y tratando de sobrevivir, y ni siquiera en las oficinas de gobierno se detuvieron las actividades para escuchar al gran tótem. 

¿Seguirá el formato? Lo más probable es que sí, pues los políticos tienen una aversión enfermiza a dejar todo como está, con tal de no emboletarse más de lo debido.