Dos hechos políticos recientes arrojan mucha luz sobre lo que ha venido sucediendo en el país en los últimos meses.

Un auténtico pleito de lavadero entre el Presidente Andrés Manuel López Obrador, el Gobernador de Jalisco Enrique Alfaro, el Senador Dante Delgado, Morena y Movimiento Ciudadano refleja que sus realidades personales impactan la política y se llevan por delante a quienes se deben.

1.- Por un lado AMLO reconoce públicamente tener serias diferencias personales y políticas con el Gobernador de Jalisco Enrique Alfaro.

2.- Dante Delgado muestra en una segunda carta pública, claros resentimientos personales por haberle dado todo su apoyo moral, político y económico -como partido Movimiento Ciudadano en sus dos primeros intentos por llegar a la presidencia- a AMLO y luego, en pago, haber recibido una patada en los bajos.

3.- Enrique Alfaro primero le espeta serias denuncias públicas contra AMLO por alentar la insurrección en Jalisco para luego recular y culpar a colaboradores de éste dentro de Morena, pero al mismo tiempo se apresura a buscar el apoyo de otros gobernadores para escalar su tema. 

Todo ello se supo en menos de 24 horas luego del zafarrancho ocurrido la tarde del pasado jueves en la capital tapatía cuando manifestantes violentos agredieron y tumbaron las puertas del Palacio de Gobierno de Jalisco, quemaron patrullas, motocicletas e intentaron quemar vivo a un motociclista-policía.

Viejos amores, rencillas y heridas personales que hoy afectan la paz social y afectan la gobernabilidad del país.

Es decir, entre solo tres personajes y sus privados pleitos políticos ponen en riesgo a la República.

Así de fácil. Así de grave.