Como reguero de pólvora corrió este domingo un fuerte rumor por las redes sociales: el presidente habría ingresado al hospital por su problema cardiaco.
Sin dar mayores datos, fuentes o real destino, se hizo eco de este rumor y hubo incluso quienes barajeaban ya las posibilidades de sustitución ante la ausencia definitiva del titular del ejecutivo antes de cumplirse dos años de su toma de posesión. Los mas cautos sugerían esperar hasta la hora en la que se acostumbra la conferencia de “prensa” en Palacio Nacional… y tenían razón.
A la hora de siempre apareció López Obrador.
Ahí mismo él explicó que se hizo un chequeó de “rutina” en el Instituto Nacional de Cardiología, de donde salió bien, en su propio dicho.
Cada tanto que surgen este tipo de rumores (incluso, desde el sexenio pasado), muchos han cuestionado ¿hasta dónde llega la privacidad de la salud de un mandatario? ¿Dónde empieza el interés público sobre el bienestar de quien detenta el poder ejecutivo federal?
Los expedientes médicos de cualquier personal “normal”, están protegidos por la ley. Los de los mandatarios mexicanos están protegidos por “seguridad nacional”. Situación que es hasta cierto punto entendible pero que limitan de manera drástica el derecho del público a saber.
Nuestro referente más inmediato son los EEUU que en 2011, en donde establecieron una nueva política de “salud presidencial” obligando a los candidatos a la presidencia a divulgar su estado de salud.
En nuestro país no existe tal obligatoriedad. El actual inquilino del Palacio Nacional hace sorna cada que surge el tema. Sin embargo, con 64 años, un procedimiento de cateterismo, una hipertensión de todos conocida y la imagen de una alimentación desordenada (pero muy “populachera”) no es un buen referente.
Por la importancia que el tema reviste, porque la salud en el ejercicio del encargo es un tema de importancia capital en cualquier parte del mundo, es menester que se regule este tema. Desde el registro de la candidatura, debe conocerse (en la medida de lo posible) el estado de salud físico y mental de quien aspire a la Presidencia y debiera existir un protocolo para conocer un resumen de la salud del Presidente de la República.
Con ello, evitaremos los casos tipo Boris Yeltsin que ocultó al público la existencia de un cáncer que al final le llevo a entregar el poder a su primer ministro (Vladimir Putin) que, en aquellos momentos, jamás hubiese ganado una elección o la entrega del poder de Hugo Chávez a Nicolás Maduro por una afección similar.
La elección de un Presidente en plenas condiciones físicas y mentales es un derecho de todos los mexicanos.
Lo anterior es una perla de Rogelio Barrios, colaborador especial para temas políticos nacionales. |