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HOTEL XALAPA: LA VIDA LOCA
De la Columna 'Punto de Vista'
Por: Filiberto Vargas Rodríguez
2020-08-31 - 12:55:50 /

“…Ella es tu final/ Vive la vida loca/ Ella te dirá/ Vive la vida loca/ She's livin' la vida loca…”.


Y la música no cesa. A distancia se escuchan las risas y el alboroto. Provienen de una de las villas (“su singular estilo crea un ambiente cálido y relajante, proporcionándole un confort exclusivo”).


Me refiero, por supuesto, a una de las villas del ahora llamado “Gran Hotel Xalapa”, propiedad de los empleados y pensionados del gobierno estatal y de los organismos adheridos al Instituto de Pensiones del Estado (IPE).


Las protagonistas de tales fiestas, que se prolongan hasta muy tarde, en la madrugada, son la contadora Alba Magaña Ávalos (quien aparece en el directorio del IPE como titular de Contabilidad y Presupuesto, pero que en los hechos es la responsable de la operación del Hotel Xalapa) y Érika Soto Tadeo, el “brazo derecho” de la contadora Magaña.


Y aunque nada tiene de cuestionable el ambiente festivo de estas dos empleadas del IPE, lo realmente grave es que la “vida loca” de estas dos damas (y todos los amigos que acuden a sus convocatorias) es patrocinada por los burócratas de Veracruz, pues nada de lo que consumen -alimentación, hospedaje, servicio de meseros, seguridad y personal de limpieza- lo pagan.


Es probable que en hoteles del sector privado los márgenes de ganancia le permitan a sus más altos directivos tomarse algunas atribuciones, otorgar algunas cortesías. En un hotel que se sostiene de las aportaciones de miles de trabajadores, este tipo de excesos debe ser sancionado.


A decir de la actual titular del IPE, Daniela Griego Ceballos, este espectacular y cómodo hotel fue encontrado –a la llegada de la actual administración estatal- casi en condiciones de abandono: con deudas millonarias al Servicio de Administración Tributaria (SAT) y al IMSS, y con costos de operación que rebasaban sus ingresos.


Hace más de un año, en mayo del 2019, Daniela Griego hablaba de los proyectos para rescatar los dos hoteles a cargo del IPE (Xalapa y Chachalacas):


“Cambiamos la administración de la operadora, estamos iniciando una auditoría a los dos hoteles al fin de que puedan dar un mejor servicio a los derechohabientes, al público en general y puedan ayudarle al Instituto”, explicaba.


Ya desde entonces advertía sobre los problemas en la operación de esos inmuebles:


“Cada año, desde el IPE se autorizan alrededor de 40 millones de pesos al Hotel Xalapa para que pueda continuar operando con normalidad, pues debido a las malas administraciones no ha generado recursos para ser autosuficiente y mucho menos para aportar a las reservas del Instituto”.


Y en el Hotel Xalapa se hace evidente el “esfuerzo” que realiza el IPE para hacer “rentable” este negocio. Los empleados viven en permanente zozobra, pues todos los días alguno de ellos es llamado al área administrativa, donde le informan que decidieron prescindir de sus servicios. No importan sus derechos laborales, ni sus garantías individuales. La guillotina es implacable.


Pero el hotel trabaja ya con apenas el personal justo para garantizar una atención “con calidez y profesionalismo”, como lo ofrece a sus visitantes desde su portal de internet, y los despidos de trabajadores con varios años de experiencia, en realidad tienen como fin acomodar a “su gente” -amistades, familiares o recomendados- lo que ha provocado que la calidad en el servicio vaya a la baja.


Ya los mismos empleados y algunos huéspedes han hecho llegar sus quejas ante la Dirección General del IPE, pero toparon con pared, pues la socióloga Daniela Griego está enterada de estos excesos y los pasa por alto.


En semanas recientes, ante la estrepitosa caída en la ocupación de este hotel, a alguna mente brillante del IPE se le ocurrió convertirlo en una “villa estudiantil” y rentar por mes algunas habitaciones a jóvenes que llegan de diversos puntos del estado y del país a estudiar a Xalapa.


Tuvieron, sin embargo, el mal tino de lanzar la promoción en tiempos de la contingencia sanitaria por el Covid-19 y cuando las clases están suspendidas o se realizan a distancia.


El hotel sigue vacío, lo que permite que una buena parte del personal se concentre, de manera exclusiva, en atender a “las jefas”.


Bien reza el refrán:


'”El que nunca ha tenido y llega a tener, loco se quiere volver”.


 


 

 
 
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