Antes de que llegue el día, la oscuridad es mayor. 

Lo anterior parece confirmarse con el COVID-19, que en lo que va del año ha arrebatado cientos de vidas diarias y agrava aún más la tragedia mexicana. 

Es la tormenta perfecta. Miles de negocios permanecen cerrados, los contagios están a la alza, el gobierno no apoya a los empresarios, y los muertos comienzan a llenar las morgues nuevamente. 

Y al final del túnel, una débil luz de esperanza comienza a asomarse pero no mantiene todavía lo suficientemente esperanzados a los mexicanos. 

Este martes el gobierno de México recibe 400 mil nuevas vacunas de Pfizer con lo que anunció que comienza el plan masivo para vacunar a todo el personal médico y comenzar también con adultos mayores. 

Sin embargo, en la población hay escepticismo pues la complejidad logística es mayúscula y no hay confianza en que el gobierno mexicano pueda lograrlo con eficiencia y eficacia. 

Hay que considerar que el problema inicial es que haya vacunas, pero cuando lleguen, hay que vacunar a decenas de miles todos los días para cumplir con la meta programada, y eso sin contar que cuando toque la segunda dosis, hay que volverse a formar. 

Por el momento las vacunas de Pfizer parecieran no ser la panacea, por eso ya se analiza la adquisición de 24 millones de dosis de Sputnik V, la vacuna rusa, y hoy se recibe el primer lote para envasado de la vacuna AstraZeneca. 

“A partir de hoy empezaremos a ver un cambio de velocidad muy importante", señaló desde la conferencia matutina en Palacio Nacional el subsecretario Hugo López-Gatell, y vaya que se necesita. 

Falta poco, y aunque ha nacido la esperanza muchos mexicanos desafortunadamente no llegarán a recibirla y el COVID-19 les ganará la carrera.