Se oye bien eso de que renuncien a sus cargos públicos aquellos que aspiren a la candidatura de MORENA a la presidencia. 

Se oye bien, pero podría resultar fatal para el servicio público y el cumplimiento de metas vitales para el desarrollo del país.  

Cierto, las renuncias evitarían especulaciones y suspicacias, pues no habría piso parejo para los aspirantes, pero es un tema que ni siquiera lo exige la ley electoral.  

Pero…. quizá para el país y la administración pública, con todas las proporciones guardadas, no sea tan desequilibrante la renuncia del titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores; pero la renuncia del titular de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, si podría impactar negativamente la gobernabilidad interna del país, por decir lo menos. 

La CDMX quedaría a la deriva mientras se resuelve quién será el jefe o jefa de gobierno que sustituya a Claudia Sheinbaum, que fue electa en las urnas y no por designación del presidente como las demás corcholatas. 

Los senadores y diputados federales como Ricardo Monreal, Manuel Velasco o Gerardo Fernández Noroña, podrían solicitar licencias a sus escaños o curules, pero seguirían siendo legisladores, y como quiera, senadores y diputados hay cientos.   

Pero más allá, en caso de que -como se tiene previsto- el Consejo Nacional de MORENA decida que los aspirantes a participar en el proceso de selección de su candidato tengan que renunciar a sus cargos y que se inscriban 30 o más como se ha dicho. ¿Cuántas dependencias o áreas de gobierno quedarían sin cabeza y en el peor de los casos desmanteladas? 

Al actual gobierno le faltan aún casi 18 meses de gobierno por lo que sería un desastre que sus áreas se desmantelaran en aras de una exigencia que ni siquiera es de Ley. 

Se oye bonito lo que propuso Ebrard. ¡Es algo inédito! Pero… ¡Cuidado! Les ha dejado a Mario Delgado y a AMLO un tremendo cohetón en las manos.