Aquí en México, los opositores políticos se matan con cariño y a besos, procurando no hacerse daño. 

Pero la guerra sucia entre opositores políticos en México, no le llega ni a los talones a las que se dan en Argentina. Aquí son más limpias y puras que las aguas del Caribe, algunas apenas se asemejan a las turbias aguas del Río Lerma en Jalisco y el Blanco en Veracruz. 

Las mentiras y ofensas de aquí son simples rasguños y raspones subliminales que si bien tiznan a las figuras políticas no tardan en sanar más de 15 días.

En Argentina, sobre todo en el actual proceso electoral para ocupar la Casa Rosada en la que viven los presidentes, se rebasa todo lo imaginable y burdo posible. Allá se trata de hacer daño, de matar simbólicamente las pretensiones de los opositores a través de mensajes que son violentos y agresivos, que se mueven en redes sociales, medios tradicionales e incluso en llamadas personales a las 3 de la mañana. 

A los contendientes actuales por la presidencia de Argentina les llueve lodo radiactivo. La polarización política que han levantado por un lado Sergio Massa y por el otro Javier Milei ha generado una crisis a tope que rebasó todos los límites de la decencia y las buenas prácticas políticas sobre todo en la segunda vuelta electoral que viven los argentinos. 

Así, con datos inventados, fotografías truqueadas, audios realizados con inteligencia artificial, tanto Massa como Milei se atacan mutuamente en redes sociales y toda clase de medios de comunicación. Pero no solo ahí, también lo hacen frente a frente en los correspondientes debates oficiales televisados en donde se han acusado de ladrones, desequilibrados mentales, pederastas, corruptos, violadores. Pertenecientes a castas corruptas, parasitarias y populistas e incluso han llegado a proponer que ambos se sometan a prueba psicotécnica.