Entre los ecos del primer debate presidencial queda más en la memoria la hirviente ola de memes en redes sociales que fue apagada súbitamente por el eclipse solar. 

Para el medio día del lunes, las redes sociales habían desplazado la sonrisa constante de Álvarez Maynez y habían opacado las pocas propuestas presentadas por las candidatas y el candidato. 

Entre quejas por el formato acartonado de una confrontación de ideas que permite todo menos un debate real, los errores de la producción del INE, las fallas en el reloj contador, las preguntas repetitivas escogidas supuestamente al azar del norte, centro y sur del país, transcurrieron interminables minutos que fueron ocupados por Xóchitl Gálvez para llamar omisa criminal a Claudia, y para que Xóchitl la llamara a ésta corrupta mentirosa. 

¿Quién ganó el debate? La mayoría de las casas encuestadoras serias recogieron la impresión popular de que fue Claudia Sheinbaum la ganadora, por haber presentado mejores propuestas y por no enfrascarse en el golpeteo propinado a diestra y siniestra por Xóchitl Gálvez. 

Sin embargo, quien realmente ganó el debate fue la Anécdota, el chiste, el memeo y la ocurrencia. 

En tan pocos minutos que tenían disponibles las y el candidato, era imposible aterrizar una propuesta de forma seria. Si acaso se dieron esbozos de cómo intentarían solucionar los problemas de Salud y Educación, pero nadie fue más allá de la promesa vaga… esa promesa que no empobrece y que hemos escuchado ya tantas veces de mejorar, de subir sueldos, de mayor capacitación, de privatizar lo que el gobierno no ofrece, pero nadie explica que mover uno o dos puntos del PIB en cualquier inversión, descobija necesariamente otra. 

Con recursos limitados y problemas casi ilimitados, no se puede pensar que las cosas pueden cambiar con solo buena voluntad. 

¿Se puede esperar algo mejor en los próximos debates? Lo más seguro es que no. Seguirá ganando, desafortunadamente el meme… y la anécdota.