La cantidad de propaganda electoral que se ha dispersado en estas elecciones es impresionante. 

Uno tras de otro, en una interminable fila de mensajes genéricos, los comerciales harían suponer que la ciudadanía para estas alturas tendría la suficiente información para tomar una decisión informada. 

Sin embargo, esto no es así, porque de lo que están plagados los mensajes son de promesas y no de propuestas específicas. 

Lo que se escucha es una mera idea quimérica de un México o un Veracruz que no podría ser alcanzado con los recursos disponibles. 

Se promete mejor educación, pero no nos dicen cómo; nos aseguran que tendremos un sistema de salud eficiente; más seguridad; finanzas sanas; recuperar el campo; promover la industria y el comercio; y en general, que viviremos mejor… pero no nos dicen, ni por asomo, cómo lograrán cada objetivo. 

Lo que tenemos, por tanto, es un estante al cual podemos acercarnos para escoger a quien hable más bonito, el que sonría mejor, el que representa, cuando menos medianamente la ideología partidista… pero de allí a tener al alcance una pasarela de candidatos que propongan específicamente algo, que nos digan cómo lograr mejor educación, salud, seguridad, empleo y bienestar social, con tal o cual programa o mínimo que nos digan con qué recursos se realizarán… de eso no hay nada. 

Tal vez por eso es que los indecisos siguen indecisos, porque no hay en el menú alguien que realmente explique los qués y los cómos… prometer no empobrece y lo que tenemos ahora son ríos y ríos de peroratas que hace falta aterrizar. 

Falta menos de un mes para la elección, pero para decidir informadamente se necesita que los candidatos se arriesguen a dar propuestas específicas, y no solo esa masa amorfa de promesas que será imposible alcanzar.