Claroscuros.

Autocrítica: el precio político de su ausencia
Por: José Luis Ortega Vidal.
2025-12-15

(1)


La falta de autocrítica convierte a un sector de la militancia de Morena -4T- en defensora de un apotegma que se convierte en acto de fe: no mentir, no robar, no traicionar al pueblo.


Se lleva de este modo una falsa confusión moral a una categoría política de auto perdón -o complicidad inevitable- porque todo pecador guinda descubierto infraganti en ejercicio corrupto de poder, es redimido por el simple hecho de rezar en la misma catedral de los correligionarios devotos -por noble convicción, o por cinismo-.


El sustento de esta redención se basa en la idea de un futuro que se asume firme e inevitable donde la patria será inmensamente feliz mientras el nuevo Pedro continúe la edificación encargada desde Tabasco.


Adán Augusto -la piedra ubicada en la cámara alta- es pecador sin remedio pero no niega la cruz de su parroquia y tampoco es Judas…


La obligación de castigar al portero de la barredora no corresponde al nuevo Estado con nuevo régimen y nuevo sistema y nuevos jueces y relevo por designación en la nueva fiscalía (se enterró la FGR independiente)…


Cualquiera que considere o califique a Adán Augusto como un senador corrupto está obligado a denunciar, a entregar pruebas al nuevo Estado, a esperar los años necesarios para la resolución del caso -porque Roma no se hizo en un día y México será feliz pero debe ser paciente-.


Y mientras se atienden las denuncias de los suicidas -toda denuncia formal contra un presunto delincuente, en el caso mexicano, equivale a emborracharse en León, Guanajuato, donde la vida no vale nada-, dentro de la visión utópica no cabe la acusación de impunidad porque en el universo político de referencia el respaldo al movimiento pro pueblo sabio se ha convertido en acto de fe.


Por otra parte, todo denunciante -particularmente si es periodista- tiene prohibido quejarse si lo llenan de calificativos como ultraderechista, vendepatrias, enemigo de México, etcétera; so pena de ser crucificado en el gólgota de las redes sociales o desde el discurso de la nueva clase en el poder.


Debe quedar claro que la ausencia de autocrítica no deviene pecado frente al peso histórico del dogma; según el apostolado ideológico vigente desde siete años atrás.


La falta de autocrítica es asumida dentro de la 4T como idealismo; utopía a la mexicana como el mundo raro de José Alfredo, pero sin el sentido poético del maestro...
La falta de autocrítica también es ejercicio de poder a conveniencias: corporativismo, amor que con amor de paga, comunicación masiva, ya sea digital en la era de granjas de bots o vulgar disfraz de un periodismo más falso que burócrata enamorado de su escritorio.


(2)


¿Dónde colocar a la oposición en el nuevo paradigma del poder político en México?


El espectro ideológico clásico de izquierda-centro-derecha, luce rebasado en una coyuntura histórica donde el concepto mismo de democracia es prófugo de una realidad caótica.


¿Por qué nuevo paradigma?


¿Por qué realidad caótica?


(3)


Un primer acercamiento a la idea de un nuevo paradigma del poder político en México nos remite a la historia.


El PRI no fue un partido sino el rostro de un sistema de poder surgido desde la posrevolución.


El PRI tiene año de nacimiento -lo parieron en 1929-, y año de caducidad electoral -lo defenestraron en el 2000-.


Creador de instituciones, el sistema priista fue corrupto, represor y antidemocrático por antonomasia.


Enfrentó las fuerzas opositoras de la izquierda y la derecha pero fue al PAN, partido ligado al catolicismo conservador, al que entregó el poder bajo sus manos durante siete décadas.


El paradigma del priismo, entendido como rostro de un sistema de poder vertical con fuerza histórica -no como partido político- fue la antidemocracia...


El paradigma de la 4T es la utopía castrense, dogmática, envuelta en el vestido de la antidemocracia que reparte bienestar.


CONTINUARÁ