Platicando con mi morrillo y varios cámpiras de acá donde vivo y que no hay internet, ni periódicos donde se publican las intenciones del voto de acuerdo a las preferencias de los jefes editoriales de cada medio; caíamos en la cuenta que la sabiduría de los más viejos es lo que nos mueve el tapete porque ellos saben que acá donde vivimos, al ladito de la montaña y cerca del barranco, no sólo no llega la esperanza, tampoco llegan los cándidos candidatos cuando ya ganaron. Mi pequeño Pablito del Monte, que ya va a la telesecundaria aunque quien no llega es el maestro, solo escucha que YUNES el bueno, que YUNES el malo, y con los ojos llorosos me preguntó ¿Pá, nosotros qué sabemos de bondades, si comemos una vez al día si bien nos va? M’ijo, le dije, solo nos queda la esperanza de que alguna vez nos manden un técnico extensionista que nos enseñe a sembrar algo que podamos vender para sobrevivir. Ay pá, pero si Soledad Atzompa no aparece ni en el mapa. Sí m’ijo, lo sé, y menos aparece en el Plan Veracruzano. Pero habrá alguien que le dirá a toda esa bola de cabrones que se acuerde de nosotros… y así sigue Pablo del Monte, mascando zacate y viendo el horizonte, esperando que algún día le llegue su proyecto productivo de desarrollo rural sustentable y esperando que pronto le haga justicia la Revolución. |