Uno, las administraciones corruptas que se dieron a la tarea de desfalcarlo.
Dos, altas pensiones de trabajadores que quizá piensen que merecen, pero no las merecen.
Tres, el saqueo desmedido y abusos con la reserva técnica.
Al final, Armando lanza dos preguntas mortales:
¿Cómo van a solucionar la quiebra del IPE, si nada de lo robado se puede recuperar?
¿Y, dónde están los que presumieron que todo lo sabían de finanzas?
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