¿Se imagina usted que a un personaje público (del nivel que se quiera) le fuera impuesto un apodo en función de una capacidad diferente? ¿Sería concebible en estos tiempos de la “generación de cristal” un apelativo en función de un rasgo facial fuera del estereotipo de belleza? Pues bien, eso ya lo hemos tenido en el pasado.
Tuvimos ya un Presidente de la República al que le apodaban “Pingüica” o el “Enano del Tapanco” por su baja estatura; también se hizo mofa de otro más por sus grandes labios, al que llamaba la opinión publica “Trompapendécuaro”. O uno más, que por su perenne expresión alegre fue motejado mordazmente como “Sonrisas Colgate”. Inolvidable es sin duda el apodo de “La Momia”, “El Viejo”. ¿Qué tal “López Paseos”? O ¿Tribilín? ¿El Chango?
Mas recientemente, a un Titular de Ejecutivo se le conocía como “El Loco”, a otro como “El Perro”, a uno más como el “Ratón Miguelito”; ¿qué tal “La Ardilla”? ¿Recuerdan el de “La Neta”? ¿Chachalaca? Ya en la era de las “benditas redes sociales” se impulsó con todo “Fecal” o “El Espurio”; “Lord Peña”; ”Copetón”; en fin.
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Este breve repaso de algunos de los sobrenombres de quienes han ocupado la Presidencia de México, viene a colación por la constante aseveración del actual titular de Ejecutivo Federal de ser el Presidente más atacado de los últimos años.
En nuestro país, el ataque al poder ha sido una constante de nuestra forma de ser. Ya en las épocas más tempranas de México, la populacha imponía apodos, inventaba rimas, coplas, donde se hacía mofa del poderoso en turno. Por supuesto sin olvidar a la caricatura política que, en su lógica satírica, ha atacado a cualquier institución sin importar ideología o clase. Para que se ilustre usted, en 1826 se registra la que es considerada la primera caricatura política registrada en el país (Pablo Linati en el periódico “Iris”).
Todos los que han detentado la Presidencia, han sufrido en menor o mayor medida de esta acción, el mismo Benito Juárez tuvo que tolerar que se dijera “Voy a ver a Juárez”, cuando se referían al hecho de defecar.
Por supuesto que esta crítica al poderoso era una acción a sotto voce, ya que quien se atreviera a hacerla de manera más pública sufría los embates del poder, en sus muy diversas formas. Díaz persiguiendo a los caricaturistas, es el ejemplo más vivo de ello.
Por eso sorprende el reproche del Presidente. En toda su etapa de figura pública nacional, él ha sido un artífice del ataque al poder, señalando, fustigando, criticando, caricaturizando a quien consideraba su “enemigo”. ¿Alguien ha olvidado el “cállate chachalaca”? ¿O al no menos famoso “innombrable”? Pensar que la crítica mordaz no iba a ser utilizada en su contra porque él era “el critico mordaz” de la vida pública, no tiene sentido.
Siendo como es, un “ave de las tempestades”, todos los días en su actuar estudiado de personaje populachero, da pie a que adversarios recalcitrantes y no tan recalcitrantes, le acomoden diversos motes (V.gr. hechos desafortunados como el “fuchi caca”). Quien fue uno de los más activos generadores de burla contra la “investidura presidencial”, hoy sufre en carne propia los ataques propios a quien la ostenta. Es uno de los signos democráticos de nuestro México, le guste o no.
Esta es una perla de Rogelio Barrios, colaborador especiales para temas políticos nacionales. |