A Jose Antonio Meade se le vio como una persona cándida, muy inteligente, muy centrado, que hubiera podido ser un estadista si hubiera podido, pero eso sí, también se notaba a kilómetros que no encendía ni despertaba o motivaba pasiones. Como candidato fue mediocre, como vendedor de sueños e ilusiones fue una nulidad.
Así, al poner desde Palacio a un candidato anodino, se le pavimentaba la llegada a López Obrador quien solo tuvo que preocuparse por no caerse solito desde el barranco como le pasó en 2006 y 2012.
Sin embargo, una revelación que sí ha erizado los bellos a más de uno es que dicho pacto también contemplaba que si la popularidad de AMLO baja, éste probablemente buscará meter a la cárcel a Peña Nieto.
Esto es, en una especie de botón de pánico, López Obrador se guardó esa opción en caso de que las cosas no le estuvieran funcionando bien en su gobierno. Lo anterior explicaría en gran medida los escarceos de AMLO y la Fiscalía con la persecución tibia pero real contra los Peñistas.
Emilio Lozoya y Luis Videgaray, son dos cabezas de playa importantes de Peña Nieto, quien también juega sus cartas con una supuesta videoteca llena de incriminaciones contra López Obrador y los suyos.
Lo que estamos viviendo es el interludio de esa lucha entre Peña y AMLO, un juego de póker en el que ambos muestran su mejor pokerface tratando de blofear para hacer que el contrincante decline.
Ancira, autodefinido como un perseguido político de AMLO, ha puesto el punto sobre las íes con tan solo un par de líneas y ha develado cómo son las entrelíneas en los altos niveles gubernamentales.
Si baja la popularidad de AMLO, que se agarre Peña Nieto, pues el próximo perseguido, fehacientemente, puede ser él. | 
