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Perseverar con paciencia

El discurso escatológico

Destrucción del Tempo y persecuciones /
Hipólito Reyes Larios, Arzobispo de Xalapa
2019-11-17  
22:25

En este día, 17 de noviembre de 2019, celebramos el Domingo 33 del Tiempo Ordinario, Ciclo C, en la liturgia de la Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Lucas (21, 5-19) cuyo inicio dice: “Como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: ‘Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido’. Entonces le preguntaron: ‘Maestro, ¿cuándo va a ocurrir todo esto y cual será la señal de que ya está a punto de suceder?’. Él les respondió: ‘Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán’: Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado’. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin”. San Lucas concluye la predicación de Jesús en Jerusalén con un discurso escatológico, sobre el fin de su época y de todos los tiempos. Lucas organiza este discurso en tres momentos: destrucción de Jerusalén, tiempo de la misión o de la Iglesia y, por último, la venida del Hijo del hombre que traerá la plenitud del Reino de Dios.


 Destrucción del templo y persecuciones. En la tradición profética, el abandono y destrucción del templo de Dios era la consecuencia de la ruptura de la alianza por el pueblo. Jesús anuncia también la destrucción del templo porque Israel no lo ha aceptado como enviado, para establecer la nueva alianza entre Dios y los hombres. La destrucción de Jerusalén es el fin de toda una etapa de la historia de la salvación, pero no es el signo de la llegada del fin. Sin embargo, Lucas alerta, en primer lugar, a su comunidad cristiana sobre posibles signos engañosos: falsos mesías o anunciadores de la inminencia del fin. En aquellos tiempos, que muchos consideraban los últimos, diversos exaltados se presentaban como el salvador definitivo, uniendo su mesianismo con la caída de Jerusalén y el fin del mundo. Lucas insiste en que el fin no vendrá de inmediato. De este modo elimina la fiebre mesiánica o escatológica que dominaba en ciertos sectores de la Iglesia. En segundo lugar, estas palabras de Jesús anuncian las persecuciones de la comunidad cristiana y le aseguran la protección incesante de Dios si perseveran en su vida y testimonio. Estas palabras, oídas en tiempo de persecución, eran una ayuda inestimable para los cristianos que creían y confiaban en el Señor resucitado, el cual les dará la palabra adecuada y la fuerza para enfrentarse a sus adversarios. De hecho, ya conocían el martirio del Apóstol Santiago y del Diácono Esteban quienes ofrendaron su vida por fidelidad a Jesucristo.


 Perseverar con paciencia. El tiempo histórico que los discípulos de Jesucristo hemos de vivir, siempre estará marcado por las dificultades y las tribulaciones. La incomprensión y la violencia podrán venir incluso de las personas más próximas, pero nuestra fidelidad a Jesús debe ser total y permanente, con la seguridad de que su ayuda nunca nos faltará. Algunas épocas han sido más difíciles como la persecución religiosa que vivieron San Rafael Guízar Valencia y sus contemporáneos. Nuestro tiempo también es calamitoso y se caracteriza por la inseguridad y la violencia, que se han desatado en muchas partes de nuestro país. Todos somos conscientes del peligro que nos acecha a través de las extorsiones, los asaltos, secuestros y ejecuciones. Muchas de nuestras familias han sido agredidas y lastimadas. Las promotoras del aborto constituyen una amenaza constante contra las leyes que defienden el valor fundamental de la vida humana. Por eso nos hemos vuelto más precavidos y desconfiados. Sin embargo, las virtudes necesarias para toda época son la fe inconmovible, la esperanza firme, la paciencia y la perseverancia. Si perseveramos con paciencia, salvaremos nuestras almas, dice Jesús. Para los que somos creyentes en Jesucristo y hemos puesto nuestra esperanza en su Palabra, ni las penurias cotidianas de esta vida ni el fin del mundo, cuando todo será destruido, nos deben asustar ya que anhelamos su segunda Venida, esperamos cielos y tierra nuevos, y le decimos con toda la Iglesia: ¡Ven, Señor Jesús!


 


+El autor es Arzobispo de Xalapa


 

 
 
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