Por ejemplo, el senador Héctor Yunes Landa, a quien siempre perseguirá la frase “Javier Duarte es mi jefe político”, aplaudió su caída en desgracia y publicó en su cuenta de Twitter cosas como que “con detención de Javier Duarte operada por gobierno de @EPN Veracruz vive un Domingo de Resurrección para bien de los veracruzanos” (sic).
En el mismo tenor, el dirigente estatal del PRI, Renato Alarcón Guevara, alardeó que “los priistas veracruzanos, así como toda la sociedad, agraviados por la conducta del ex gobernador ya expulsado de nuestro partido, reiteramos nuestro compromiso con la legalidad, la honestidad y la transparencia”. El chiste, malísimo, se cuenta solo.
Otros priistas, como el dirigente nacional Enrique Ochoa Reza o el candidato a la gubernatura del Estado de México, Alfredo del Mazo, “reconocieron” el “trabajo” de la Procuraduría General de la República para lograr la aprehensión de Duarte de Ochoa, aun cuando es sabido que la detención la ejecutó la Interpol, y hasta se dieron vuelo hablando del combate a la corrupción y la impunidad. Poco tiempo pasó para que en las redes sociales les recordaran cuando todos ellos felicitaban a Javier Duarte en sus informes de gobierno.
El propio presidente Enrique Peña Nieto retomó el tema al regresar de sus vacaciones de Semana Santa, afirmando que las detenciones tanto de Javier Duarte como del ex gobernador tamaulipeco Tomás Yarrington –ésta última tampoco por obra de la PGR, sino de la policía italiana- “son un mensaje firme y contundente del Estado mexicano contra la impunidad”.
Lejos quedaron los días en los que Peña Nieto se refería a Duarte de Ochoa como un “hombre de fuertes convicciones” y un ejemplo de la “nueva generación de políticos” del país.
Ni qué decir de sus ex colaboradores y ex socios, que se enriquecieron brutalmente a su lado. No hubo uno solo que saliera a manifestar solidaridad con quien llamaban su “amigo”, aunque en los hechos, más bien era su cómplice.
Y así como muchos de ellos lo negarán tres, diez y las veces que sean necesarias, apelando a la desmemoria colectiva, seguramente encontrarán reciprocidad en su “amigo” cuando empiece a repartir culpas. Porque hay un hecho incontrovertible: lo que Javier Duarte hizo, no lo hizo solo.
¿Y Karime?
Una duda recurrente desde la noche del sábado pasado es por qué no se actuó también en contra de la esposa de Javier Duarte, Karime Macías Tubilla, quien se encontraba con él en Guatemala. Y la respuesta es muy simple: porque nadie, ni siquiera el gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares, ha presentado denuncia alguna en su contra. ¿Ya la habrán perdonado?
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