Este miércoles el presidente López Obrador anunció que creará una empresa estatal llamada ‘Gas Bienestar’, cuya función será distribuir gas doméstico (L.P.) a precios bajos con la promesa de que se establecerá un tope de costos fijo, el cual, supuestamente, no subirá. Este tipo de promesas en donde un gobernante afirma que puede controlar los precios de un servicio o producto no son nuevas, se han hecho en varios países y en momentos distintos de la historia, pero todas las veces ha tenido un mismo resultado: fracaso.
Esto sucede porque los precios de cualquier servicio o producto se regulan a través del mercado. Ojalá todo fuera tan fácil como decretar que todo sea gratis y que se prohíba la pobreza, pero no lo es. Los costos de las cosas que compramos se determinan mediante la oferta y la demanda, principio que obedece a la escasezde los productos y servicios que consumimos. En resumen, entre menos cantidad haya de cierto recurso, más caro es, porque es más difícil de cubrir la demanda por dicho recurso. Por eso el agua es barata y el oro es caro, en nada tiene que ver qué es más necesario, lo que cuenta es qué escasea más, qué es más difícil de conseguir.
Ahora bien, pretender que esto puede cambiar sólo “porque yo lo digo” demuestra una de dos cosas: ignorancia o cinismo (o ambas). Lo que el ejecutivo federal quiere hacer no sólo es ilegal, es contraproducente, y tenemos ejemplos de sobra. Como decía al principio, estas prácticas no son nuevas, ya el expresidente José López Portillo hizo algo muy similar en la década de los 80’ cuando expropió prácticamente todo y se dedicó a crear empresas estatales para intentar cubrir todos los servicios y productos que se pudieran consumir, llegando al extremo de vender hasta paletas. El resultado lo conocemos todos, una de las peores crisis económicas que el país haya sufrido, conocida como la crisis petrolera de 1982.
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Charlando con el destacado economista Luis Arturo Herrera Canales, me explicó que, además de que lo más probable es que la COFECE (Comisión Federal de Competencia Económica) impida que esta empresa sea una realidad, en una situación hipotética en donde sí pudiera existir el ‘Gas Bienestar’, los resultados serían muy malos. «México es productor de gas, sí, pero existe un déficit. Es decir, consumimos más gas del que producimos, por lo que importamos gas. No podemos comprar gas en el mercado internacional al precio que el presidente quiera, sino que tiene que ajustarse al precio del mercado. Este, obviamente, es más caro que el que producimos acá, por lo que fijar un precio más bajo del que costó comprarlo, únicamente generaría pérdidas al erario, mismas que acabaríamos pagando, como siempre, los contribuyentes», me comentó el especialista.
De esta manera, se vuelve a comprobar que el “Estado de Bienestar” no es más que una bonita fantasía, misma que fracasó en la Alemania nazi, fracasó en Cuba, fracasó en Venezuela y, de implementarse en México, fracasará de nuevo…
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