“Señor Presidente, diga que usted no necesita estatuas, que el pueblo está de su lado”, mencionó una de las personas que atestiguaron tan incómodo momento. “Nadie me va a sugerir qué decir, yo sé qué mencionar, pero me expusieron y avergonzaron”.
Cuando AMLO fue enterado de que preparaban una estatua suya en Atlacomulco pensó en detenerla. “Adelante con ella si la cuidan y no me la pintarrajean o tiran”, dijo, “todavía me acuerdo lo que le ocurrió a la de Fox en Boca del Río, no quiero que pase lo mismo”.
Y pasó, y fue tanto el coraje del Presidente que exigió no tocarle más el tema en lo subsecuente. Si bien es cierto el tabasqueño no manejó públicamente que sabía de la estatua, los cercanos en Palacio Nacional aseguran que fue informado antes de ser levantada. “La ropa sucia se lava en casa”, dicen.
Mis fuentes en Presidencia afirman que el “estatua gate” provocó que AMLO derramara tenues lágrimas de coraje. “Fue un momento muy tenso para todos, aunque también nos sorprendió lo recuperado que se observó cuando le preguntaron sobre el tema en la mañanera”.
Aún así, (a decir de sus colaboradores), esa madrugada fue una de las más tristes, (y también fúricas), que ha vivido AMLO desde que llegó a Palacio Nacional.
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