NO ESTABAN equivocados quienes desde hace tiempo comenzaron a señalar que la persecución al Instituto Nacional Electoral, terminaría con una sentencia de muerte, dictada desde Palacio Nacional, cuyo juez, el presidente de la república, la ha dado a conocer recientemente en sus mañaneras, al asegurar que pronto enviará al congreso federal, la iniciativa de reforma electoral, donde propone desaparecer al mejor garante de la democracia en México. Al mismo tiempo, se creará un nuevo organismo, según dice López Obrador, que será elegido por el pueblo, terminando así como una importante etapa democrática en el país, porque una nueva institución, no tendría las características que tiene el INE, cuyos resultados hasta este momento, son avalados por casi toda la ciudadanía mexicana, al estar convencidos de que es la mejor propuesta que se haya hecho para darle seriedad y fortaleza constitucional a los procesos electorales, tanto los que se han realizado, como aquellos que aun tendrá la obligación de organizar.
¿Qué delito cometió el Instituto Nacional Electoral, como para haberse acreditado su culpabilidad y mandarlo a desaparecer del escenario político nacional?
No hay que ir muy lejos para comprender el tema. Se trata de la defensa de su autonomía que han hecho quienes ahora son los titulares de este organismo, su persistente lucha por mantener su independencia, es decir, ajeno a los mandatos e instrucciones de quien, supuestamente, manda a nivel nacional. Esa es la verdadera razón, la oposición a ser parte sumisa del poder ejecutivo nacional y conduciéndose con apego a sus principios fundamentales de dar precisa garantía de que los procesos electorales serán respetados y que los resultados no serán modificados aun con la presión ejercida desde algún lugar de Palacio de gobierno.
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Por esto es que se ha pensado en su muerte, en su desaparición completa, para dar paso a otra institución que pueda, el propio ejecutivo federal, mangonearla a su gusto, haciendo a un lado su autonomía y dictando lo que tenga qué hacer en el caso de resultados electorales que no le convengan. Esta es la preparación que se está instrumentando desde ahora para que pueda aplicarse al proceso electoral de la sucesión presidencial, donde el presidente, pueda modificar los resultados electorales que desde ahora ve con enorme preocupación, que le podrían ser adversos.
El presidente, ve al INE, como su adversario, a quien, de permanecer activo, no lo podría dominar a sus caprichos. De ahí que busque establecer nueva estrategia para sus fines políticos, con nuevo organismo, creado a modo y asegurar el triunfo electoral del dos mil veinticuatro.
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