Y bueno, de entrada para curar a alguien hay que aceptar que está enfermo o lesionado, y cuando menos Adolfo Ramírez no escurrió el bulto intentando asegurar que el PRI goza de cabal salud.
Adolfo, es necesario apuntarlo, tampoco es el Sepulturero o el Enterrador del PRI.
Ese partido político ha ido en declive desde hace varios años; de hecho, desde que el PAN con Vicente Fox lo sacó de Los Pinos comenzó la debacle, pese a que hayan tenido un segundo aire con Enrique Peña Nieto.
Lo cierto es que el PRI tuvo la oportunidad de recomponerse y no lo hizo, se quedó falto de liderazgo, su ideología no se adecuó a los tiempos del siglo y los últimos gobiernos que tuvo fueron, en su inmensa mayoría, sumamente censurables.
En Veracruz, la cosa no pintó mejor. Con Javier Duarte fue el Apocalipsis Tricolor, pero lo cierto es que el desencanto se venía arrastrando desde mucho antes, con los Fidelistas populistas, los Alemanistas voraces, los Chirinistas, los Dantistas, y toda la caterva previa que hoy, con el paso de los años y la memoria selectiva, se pretender hacer pasar vía el adoctrinamiento, como si hubieran sido prohombres. No hay que ir muy lejos para entender lo anterior. ¿Conoce usted a algún alto funcionario de los sexenios del siglo pasado del PRI que hoy, sin negocios conocidos, no tenga mansiones y viva cómodamente? Dirían los clásicos, ¿Quempompó?
Adolfo Ramírez Arana no es el enterrador del PRI. En principio porque las elecciones del 2025 no definirán si el Partido mantiene o no el registro y en segunda porque endosarle ese mote sería tremendamente injusto para todos los anteriores líderes que tuvieron su parte de responsabilidad al ejercitar con singular alegría el complicado arte de esquilmar a sus paisanos.
Lo bueno es que el Fofo no es doctor, porque eso sí, su diagnóstico no sirve. Hoy el PRI no tiene un ligero esguince, hoy el PRI sufre un traumatismo craneoencefálico que tiene al público expectante del momento en que lo pongan en coma inducido para que ya no sufra.
A alguien le tocará desconectarlo pues hasta duele ver lo cruel de su lenta agonía.
Por lo pronto el Fofo ahí se la lleva con Paracetamol cada ocho horas, esperando que con la inopia de su diagnóstico, se le desinflame el cerebro al Tricolor y resurja de la encefalitis que lo tiene postrado.
El PRI no tiene un esguince, tiene algo más serio, pero tampoco tiene un Enterrador al mando. Eso sí, tiene un doctor bastante malo que cree que con Vitalicina se puede curar un cáncer.
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