Videos de militantes contrarios al régimen mostraban cadáveres sobre las veredas y otras personas aquejadas por espasmos y episodios de asfixia. Muchos eran rociados con agua mientras los médicos trataban de reanimarlos.
Las víctimas tenían “las pupilas dilatadas, convulsiones, espuma saliéndole de la boca”, explicó un socorrista entrevistado en uno de los hospitales de la ciudad. Se trata del “segundo ataque químico más mortífero del conflicto en Siria”, después del que causó más de 1.400 muertos en 2013. El enviado especial de Naciones Unidas para Siria afirmó que la ONU quiere “identificar claramente las responsabilidades” y que los autores del ataque con armas químicas en Siria “rindan cuentas”.
El gobierno sirio, que ratificó la Convención sobre la prohibición de armas químicas en 2013, descartó haber utilizado armamento químico, pero las acusaciones a Damasco por emplear este tipo de armas se suceden, y una investigación dirigida por la ONU señaló al régimen por haber realizado al menos tres ataques con gas cloro, en 2014 y 2015. Este “crimen horrible” recuerda al ataque de verano de 2013 cerca de Damasco, que la comunidad internacional “dejó impune”, agregó, al advertir que “ponía en entredicho” el proceso de paz en el país.
El armamento químico se diferencia de las armas convencionales o armas nucleares porque sus efectos destructivos no se deben principalmente a una fuerza explosiva. El uso ofensivo de organismos vivientes (como el Bacillus anthracis, agente responsable del carbunco) es generalmente caracterizado como arma biológica, más que como arma química; los productos tóxicos producidos por organismos vivos, p.ej., toxinas como la toxina botulínica, ricina o saxitoxina, son considerados armas químicas. Según la Convención sobre Armas Químicas de 1993, se considera arma química a cualquier sustancia química tóxica con la excepción de que sean utilizados con propósitos permitidos.
Las armas químicas están clasificadas como armas de destrucción masiva por las Organización de las Naciones Unidas y su producción y almacenamiento está proscrita por la citada convención.
El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas no votó ayer el borrador de resolución presentado por Estados Unidos, Reino Unido y Francia sobre el ataque químico en Siria, después de que Rusia rechazara el proyecto porque el uso de armas químicas por parte del Ejército sirio estaba basado en “informaciones falsas”, pidió una “investigación objetiva” de lo ocurrido y anunció seguir apoyando a Damasco “en la lucha contra el terrorismo”. La embajadora de EEUU ante Naciones Unidas, Nikki Haley, instó a la aprobación de una resolución con la que emprender acciones contra Bachar el Asad.
Toda guerra es el reconocimiento del fallo en el diálogo, la cooperación y la solidaridad basada en la justicia y en la sobriedad compartidas que deben presidir las relaciones entre seres humanos. Pero al acudir al armamento nuclear, a las armas químicas y a bombardeos indiscriminados promovidos por intereses espurios no hace presagiar más que terrorismos ciegos e invasiones incontroladas proliferen cuando ya no se tienen que perder más que las cadenas, la dignidad y la propia razón de ser de los humanos. Sin olvidar que la más letal de las armas de destrucción masiva continúa siendo la explosión demográfica. Pero de esta no se habla por razones de auténtico delirio y que afectan al planeta entero.
José Carlos García Fajardo
Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)
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