Durante 21 años he sido llamado “ex presidiario”, he tenido que hacer frente a la mezquindad de los esbirros del régimen que han utilizado el recurso de declarar: “Dante estuvo preso por corrupto”, solo para desprestigiarme.
Durante 21 años, cada que reinicio la lucha contra el régimen, escucho a algunos conductores de noticieros y leo a ciertos articulistas repetir una y otra vez la misma frase. Lo mismo pasa en mis redes sociales cada que publico mensajes sobre el empoderamiento de los ciudadanos, la reconstrucción del país o la necesidad de acabar con el régimen y la corrupción, invariablemente aparecen comentarios que insisten en que “Dante fue priísta”, “Dante es un corrupto”, “Dante estuvo preso”.
Hace 21 años fui encarcelado y es el mismo tiempo que el régimen ha utilizado para repetir una y otra vez su versión de la historia; lo que no han dicho, lo que conductores y articulistas no han repetido, lo que no he leído en las redes, es que fui absuelto y que soy el primer ex servidor público mexicano que ha ganado una demanda por daño moral contra el Estado.
Hace 21 años fui encarcelado y los cargos en mi contra fueron haber construido el Acuario de Veracruz y lo que hoy es el World Trade Center del Puerto, el Museo de Ciencia y Tecnología, el Centro Cultural y Social Veracruzano en la Ciudad de México y por la compra de casi un millón de toneladas de cemento, obras y acciones que hoy son orgullo de Veracruz y que permitieron la participación ciudadana de las comunidades y municipios.
Me encarcelaron sin haber sido requerido por ninguna autoridad. Fui encarcelado sin que existiera procedimiento, cargos ni pruebas. Me detuvieron en un exceso de abuso de poder e impunidad del Gobierno, porque la diferencia entre un secuestro realizado por el crimen organizado y una detención ilegal y arbitraria, es que los primeros te llevan a una casa de seguridad, mientras que el Gobierno lo que hace es encerrarte en una prisión. Fui encarcelado por una represalia del régimen y con el propósito de desprestigiarme social y políticamente.
Sí, fui encarcelado y fue por una sola razón: por cuestionar y confrontar al régimen de esa época. En 1991, como Gobernador de Veracruz, intenté realizar los primeros procesos democráticos para elegir candidatos, realicé consultas en todos los municipios del Estado. En 1995 tuve la responsabilidad de intervenir y atender las demandas sociales en Chiapas durante el conflicto zapatista; decidí no quedarme de brazos cruzados ante la indolencia y pequeñez del entonces presidente Ernesto Zedillo. Lo confronté en una reunión del Gabinete Social y al no estar dispuesto a avalar sus torpes decisiones, renuncié a mi cargo dentro de su gabinete.
Decidí cuestionar al presidente de la República en una época en que hacerlo tenía un costo muy alto; había un dicho popularizado en la época porfirista: «para quienes confrontan al poder sólo hay tres opciones: destierro, encierro o entierro». A través de un buen amigo, a quien quise y respeté como a pocos, me pidieron que dejará el país y me ofrecieron el cargo de embajador en Brasil; mi respuesta fue un «no» rotundo, porque en ese entonces estábamos construyendo el primer intento de un proyecto democrático, en el que participaban muchas personalidades de la escena política actual. Días después, en noviembre de 1996, renuncié al PRI.
Ante mi negativa de abandonar el país y la alternativa que estaba construyendo, me detuvieron cuando iba a visitar a mi padre que estaba enfermo; no lo volví a ver con vida, murió mientras yo estaba encarcelado. Llevé mi defensa dentro de prisión y allí me hicieron llegar un mensaje con una de las personas que más quiero, mi esposa: “Si te disciplinas, sales”. Solo tenía una respuesta ante semejante bajeza: Si entré a la cárcel de pie, no fue para salir de rodillas. Fui absuelto un año y tres meses después porque, que quede claro: no fui encarcelado por haber causado un daño al patrimonio de Veracruz, fui secuestrado por órdenes de Ernesto Zedillo, fui un preso político.
Pasé quince meses en prisión, lejos de la gente que quiero, no pude despedirme de mi padre, me difamaron y ensuciaron mi nombre, pero no me arrepiento, tenía la obligación de hacerlo porque México lo necesitaba, aún lo necesita.
Tengo mucho tiempo diciendo que mi generación le falló a México y que no me puedo ir sin pagar la deuda que tenemos, no me puedo ir sin contribuir al empoderamiento de una generación que cambie en serio al régimen que tanto daño le ha hecho al país.
Por eso he decidido correr el mismo riesgo: enfrentar una versión del régimen mucho más retorcida, perversa y caduca. Sé que no será fácil y que el sistema hará todo lo posible para impedir el cambio que se necesita, pero como lo dije cuando renuncié al Gobierno: las prácticas del sistema autoritario, se encontrarán con una persona dispuesta a todo y a confrontar a todos por su país.
Dante Delgado |